La consejera del Banco Central, quien integró la campaña de Gabriel Boric, dice que se pasó “de un déficit masivo en el 2022 (…) al superávit que tenemos hoy. Como banco nos parece muy bien porque ayuda en la lucha contra la inflación”. Por Lenka Carvallo Giadrosic para La Segunda. Foto: Claudio Cortés, gentileza de El Mercurio.
Entrevista publicada el 7 de enero de 2023.
Stephany Griffith–Jones (75) sonríe y cuenta una anécdota. “Cuando asumí como consejera me decían en broma: ‘parece que no escogiste el mejor momento’. De haber llegado hace tres años, cuando las tasas de interés eran estables y la inflación baja, habría sido fácil. Ahora estoy donde las papas queman”, señala quien es la tercera mujer en ejercer como consejera del Banco Central (BC) en sus 96 años de historia.
Considerada una de las economistas más prestigiosas del mundo, antes de su nombramiento esta doctora de la Universidad de Cambridge, trabajaba como directora de mercados financieros en «Initiative for Policy» en la U. de Columbia (Nueva York) y como miembro asociado del Instituto de Desarrollo de Ultramar. Su biografía profesional, sin embargo, es mucho más extensa: profesora emérita de la U. de Sussex; investigadora del Center for Global Development en Washington DC y miembro distinguido de la Climateworks Foundation de California. Autora y coeditora de más de veinticinco libros, también ha sido asesora para la Comisión Europea, el Banco Mundial, la Secretaría de la Commonwealth, el BID, la CEPAL y el PNUD, entre otros.
Claro que en Chile su nombre entró al radar público cuando trascendió su rol en el “Consejo Asesor Económico” de la candidatura de Gabriel Boric, con quien solía hablar vía Zoom y al que conoció personalmente en la pasada ceremonia de Januca en La Moneda. “Fue un momento muy bonito aunque breve, porque él es una persona muy ocupada”, dice y con orgullo muestra una foto de ellos juntos en la pantalla de su celular.
“El trabajo es intenso, duro, pero lo paso bien en Chile”, dice sobre estos meses de residencia definitiva en el país en que se crio desde que tenía un año.
“Al que sí extraño es a mi nieto Zeb (6), que es muy amoroso. A él le gustaría venir y le encanta que le cuente de Chile. Él vive en Brighton con mi hijo mayor, en la misma ciudad chica donde yo vivía antes”, cuenta la consejera quien al cierre de esta edición viajaba a la Patagonia con su marido, el matemático inglés Robert Griffith- Jones, además de su hijo menor y su nuera.
Stepanka Jirina Novy Kafka —su nombre de soltera— nació en Praga en 1947, en una familia judía. “Mis padres se casaron en 1939, el año que empezó la Segunda Guerra Mundial y estuvieron en algunos de los peores campos de concentración, entre ellos Auschwitz y Bergen- Belsen. En el genocidio murieron muchos miembros de mi familia, como dos medio hermanos por parte de mi papá, que los tuvo en su matrimonio anterior; y mis dos abuelas. Que mis padres lograran sobrevivir fue una suerte porque entonces sólo una de 500 parejas se salvaba”.
En 1948, cuando Stephany tenía un año, sus padres viajaron a Chile. “Mi papá tuvo un negocio textil en la plaza más bonita de Praga, el Old Town Square. Mi abuelo fue de origen humilde, pero se convirtió en un gran exportador textil. Pero primero los nazis les quitaron todo y luego los comunistas hicieron lo mismo con el golpe de En 1948. Mi papá se aburrió y nos vinimos a Chile, porque acá tenía a una hermana. Antes pasamos por Nueva York ya que ahí estaba mi abuelo materno, primo hermano de Franz (el escritor)”, dice sobre el parentesco que la une con el célebre autor de «El Proceso» y «La Metamorfosis».
—¿Conversaban del genocidio con sus papás?
—Lo hablaban, pero sin enfatizar mucho. Mi mamá tenía un número marcado en el brazo, pero era una persona tan positiva, tan alegre, tan feliz de haber sobrevivido y de poder tenerme a mí, su única hija, que para ella todo era una bendición. En mi casa hablábamos en checo y, aunque teníamos pocos recursos, para ellos era primordial que fuera a un buen colegio y que aprendiera inglés, así que me matricularon en el Santiago College.
Alumna destacada, entró primero a estudiar Economía a la PUC. Al año se cambió a la Universidad de Chile porque no le gustó uno de los profesores. “Era Pablo Barahona, Chicago boy total y quien luego fue ministro de Pinochet. En una clase, hablando de que el principal problema de la economía es la asignación de re
cursos escasos para fines múltiples, dijo: ‘el dilema de un millonario es el mismo que el de un mendigo: el millonario debe decidir cómo asignar su tiempo; si se va Europa de vacaciones o en velero a Algarrobo y el mendigo, con sus pesitos, tiene que decidir si se compra una marraqueta o una botella de leche’. Me molestó, encontré que lo que me estaban enseñando no tenía sentido y me cambié a la Universidad de Chile, que me pareció más aterrizada”.
—Con la Concertación disminuyó la pobreza, hubo crecimiento económico, pero hay críticas profundas que persisten hasta hoy. ¿Cuál es su evaluación?
—De luces y sombras. Desde los 90 hubo un crecimiento muy importante y la pobreza extrema bajó muchísimo, pero la distribución del ingreso, si bien mejoró algo, todavía es muy desigual, no sólo en términos económicos sino también en acceso a la educación, la salud, en todas sus dimensiones. Es un gran problema.
—¿Lo ve como una deuda de la transición?
—Sí, en cierta medida. En el largo plazo los países que son más exitosos, incluso económicamente, son los más igualitarios, como los escandinavos, alemanes y los asiáticos, como Corea del Sur.
—El Frente Amplio (FA), encabezado entre otros por Gabriel Boric, ha sido muy crítico de esos 30 años, ¿suscribe sus argumentos?
—Hay muchos desafíos por cumplir y los jóvenes del FA han enfatizado las falencias que, ciertamente, permanecen. Pero desde que el Presidente Gabriel Boric asumió ha dicho con bastante claridad que reconoce que están parados sobre “hombros de gigantes”, creo que esa frase usó. Hay un reconocimiento de que se ha logrado mucho, pero que aún queda bastante, lo que explica la tensión.
—Aunque “la crítica a la crítica” respecto de esta nueva generación es que fueron destemplados, lo que influyó en la crisis institucional que vemos hoy.
—Es bueno que exista un cuestionamiento; es parte de la democracia, aunque es posible que hayan sido medio exagerados. Lo importante es abordar los desafíos que quedan.
—¿Cómo ha visto la “transición” de Gabriel Boric?
—Siempre es difícil gobernar. Además, estamos en una situación a nivel mundial muy compleja, con la inflación más alta en décadas y con un riesgo de recesión para el próximo año, lo que restringe bastante las posibilidades para el Gobierno. Se supone que no debo opinar porque somos autónomos, pero el Gobierno lo ha hecho muy bien, en particular el ministro Marcel; la situación fiscal ha mejorado de una manera impresionante; de un déficit masivo en el 2022, luego de un gasto fiscal exageradísimo, al superávit que tenemos hoy. Como BC nos parece muy bien porque ayuda en la lucha contra la inflación.
—Hoy Marcel debe llevar adelante dos de las transformaciones del programa económico del Presidente Boric: la reforma tributaria y la de pensiones. Usted estuvo en el “Consejo Asesor Económico” durante su candidatura, ¿está optimista?
—Como le mencionaba, yo no debería entrar en detalles, pero la tributación en Chile es baja; el mismo FMI ha elogia- do (este propósito) para realizar así los gastos que son necesarios, como invertir más en salud o educación. Para eso se necesitan recursos. Creo que incluso a los empresarios les conviene que Chile cuente con una mano de obra calificada, que sea un país más sano, con buena conectividad vial y electrónica. Todo eso es muy positivo para el desarrollo. Pero eso hay que financiarlo y me parece importante.
—Son cinco puntos los que se pretenden subir.
—Pero ahora será un poquito menos.
—¿Lo ve como una señal de moderación de parte del Gobierno?
—Sí, es relativamente acotado, pero creo que está bien. Tengo la impresión de que el ministro Marcel ha escuchado bastante. Sería un progreso que esa reforma salga adelante y que existan acuerdos.
—Pero el Gobierno no cuenta con los votos en el Congreso, el que además está muy fragmentado.
—Ese es un problema de la política chilena reciente; tradicionalmente eran los tres tercios, con partidos grandes, lo que facilitaba el manejo político. Ahora dentro de la propia izquierda, la derecha y el centro hay mucho fraccionamiento, lo que hace mucho más difícil gobernar. Pero el problema no es sólo nuestro. En EE.UU. el presidente Biden tiene mayoría en el Senado pero no en la Cámara y, más encima, está Trump. Lo mismo ocurre en Brasil con Lula y Bolsonaro. En Perú vea los desórdenes y la crisis política. Así es que si uno compara, en Chile estamos bastante bien.
—¿Somos más pobres hoy? Se lo pregunto por el aumento de las tasas de desempleo e inflación.
—Los salarios reales este año han caído entre un 2% y 3%, lo que es preocupante. Por suerte el desempleo no ha subido, pero su calidad ha empeorado, con un desplazamiento de trabajadores formales a informales, con ingresos más bajos e inestables. Aunque ahora la inflación está empezando a ceder y esperamos que este 2023 sea del 5% al 6%, de acuerdo a nuestras proyecciones, en comparación con el 13% que mostró la variación interanual de noviembre de 2022.
“Después del plebiscito la incertidumbre económica se redujo bastante, principalmente por (el triunfo) del Rechazo y porque, en general, ahora Chile está más estable; hay menos violencia; las calles están más tranquilas (dice en relación al estallido social), lo que es atractivo para los inversionistas”.
—Aunque, en cuanto a la delincuencia, desde la Amcham y la CPC han sido muy críticos; señalan que los mayores niveles de violencia en los crímenes afectan precisamente nuestro atractivo.
—La otra vez venía en un Uber con un venezolano y me decía que encontraba tan tranquilo Chile, que no hay tanta delincuencia. Es que comparativamente estamos mucho mejor… Ahora, mal de muchos consuelo de tontos. Es chocante, a mí me da susto salir sola a caminar de noche.
—¿Apoyó hasta el final el proceso constitucional, que pasó?
—No me involucré porque no puedo estar metida en política, pero creo que el acuerdo al que se ha llegado ahora no es perfecto pero es algo importante, que señala un camino hacia una Constitución que realmente obtenga un apoyo importante, que no sea sólo de 50% más uno, sino que mucho mayor.
—¿Por legitimidad?
—Claro, es importante que sea una Constitución que nos una. Porque (en el proceso anterior) el debate fue un tanto negativo y eso acentuó las divisiones. Entonces, lo que sería bueno ahora es que (la nueva carta) sea aprobada por una mayo- ría relativamente importante, con un 60% o más, para que sea una Constitución que una al país. Habrá que ver cómo sale.
—¿Una Constitución más breve, por ejemplo?
—Sí, más enfocada en lo central. En general, no lo veo (el proceso) como una tarea imposible; ya se logró un acuerdo que fue apoyado por todos los partidos, menos el Republicano y el PDG; pero los grandes están todos a favor y por tanto no debiera haber tantos problemas para seguir.
—¿Qué impacto tuvo la primera parte del proceso en la mirada de los inversionistas?
—La división fue negativa, pero ahora que se percibe un nuevo proceso en curso, la incertidumbre de los inversionistas nacionales y extranjeros ha bajado y ya no es tan tema. Es una buena noticia para que ojalá el sector privado invierta más. Otra buena noticia es que las tasas de interés a largo plazo han bajado bastante, en parte por la recesión y también por esta misma tranquilidad.
—Aunque ahora apareció el fantasma del sexto retiro.
—Sería un error garrafal. Estamos avanzando en la lucha contra la inflación, con un pie en lo fiscal, a través del Gobierno, que incluso ha logrado un superávit fiscal y el otro pie en el BC desde la política monetaria, con tasas de interés bastante altas. Todo esto debería reducir la inflación al 6% promedio este 2023, y proyectamos terminar el 2023 con inflación de 3.6%. Pero, si se insiste en un retiro, o algo equivalente, sería muy dañino para la economía. Echaría para atrás la pelea contra la inflación, lo que sería muy triste, sobre todo para la gente de bajos ingresos, que son los que más sufren con las alzas de precios. A las personas ricas no les im- porta tanto si les sube el precio del pan, capaz que ni siquiera se den cuenta.