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Luis Cordero, ministro de Justicia: «O ayudamos a que al Gobierno le vaya bien o nos hundimos todos»

De ser profesor de Gabriel Boric, hoy es su ministro. “En el Gobierno hay muchos que me llaman “profe”, dice el abogado que llegó en plena crisis por los indultos. “Que (la decisión) se sostenga sólo en la figura de un Presidente o Presidenta, es un peso muy complejo”, afirma. Y habla de su historia con la picada El Cairo en Avenida Matta, donde se crió. Por Lenka Carvallo Giadrosic.

Foto: Claudio Cortés, gentileza de El Mercurio.

Entrevista publicada el 2 de febrero de 2023 en La Segunda.

Luis Cordero Vega (50) todavía se emociona cuando habla del restorán El Cairo, un lugar que marcó buena parte de su infancia y adolescencia.

“Era una picada que tenía mi abuela en Avenida Matta con Pedro León Ugalde, y donde yo transitaba desde niño, entre mi casa y el restorán. Cuando falleció mi abuela, lo heredó mi mamá y ahí empecé a trabajar en la caja; era chico, tenía 15 años y era harta responsabilidad”, cuenta el ministro de Justicia y Derechos Humanos desde su despacho con vista a la plaza de la Constitución y al Palacio de La Moneda. 

El Cairo era un lugar conocido, ubicado a una calle del restorán San Remo. Picadas famosas por la cazuela de pava y los arrollados. Entre los parroquianos estaban los libreros de San Diego, los mecánicos de Diez de Julio, las prostitutas y travestis de la calle San Camilo, como también parte del mundo cultural y sindical. “Mi abuela cobijó a Manuel Bustos y a Rodolfo Seguel cuando eran perseguidos en dictadura y les llevaba comida. Ellos fueron muy agradecidos después con ella. El restorán se incendió dos veces y fueron las prostitutas las que vinieron a avisarnos a la casa. Mi vieja tenía un problema con la cuenta corriente; con lo que ganaba, nos dábamos vuelta en el día y fue muy difícil la reconstrucción, pero hubo muchos gestos solidarios y pudimos resurgir…”.

Se emociona:  

“En ese lugar está una parte de mi adolescencia, detrás del bar, escuchando y observando cosas. Un espacio en torno a la comida y la diversidad, donde aprendí que juntarse a comer y a conversar son parte de la amistad”.  

En los veranos, Luis Cordero partía con sus hermanos a la casa de sus abuelos paternos a Huelquén, un pueblo al interior de Paine. “Trabajaba dando comida a los chanchos, a las gallinas, cortando maíz”, cuenta entusiasmado.

—¿Y su papá, estaba en el campo?

—No, mis padres eran de esos matrimonios rotos que vivían en piezas distintas. Después, cuando ya estábamos grandes, él se fue a vivir solo. Él era carabinero y manejaba un taxi para complementar sus ingresos. 

El ministro egresó del Liceo Cervantes y entró a estudiar Derecho a la Universidad de La República. Luego hizo  un magíster en Derecho Público en la Universidad de Chile (2002) y es doctorado en Derecho de la Universidad de Lleida (2005). 

Sus hermanos también son destacados profesionales: Rodrigo es sociólogo y profesor titular en la UDP, con un doctorado en la Universidad de Warwick, Inglaterra. Y Miguel, es psicólogo y doctor de la Universidad de Bristol. 

El 11 de enero Luis Cordero, reemplazó a Marcela Ríos, quien renunció con la crisis por los 13 indultos entregados por el Gobierno.

El exmilitante del PS se encontraba en un supermercado en Berlín con su esposa, Magdalena Atria Barros, recientemente nombrada embajadora en Alemania, cuando recibió el llamado de Gabriel Boric.

“Yo estaba tranquilo; tenía una vida profesional relativamente consolidada, una actividad académica regular y el Presidente me llamó en un momento difícil para el gobierno y el país… Me pasaron hartas cosas, como cuando escuchas a alguien que se ganó la lotería y le costó creerlo… Pero ese llamado existió. Y cuando el Presidente de la República te invita a formar parte de su gabinete es muy difícil decir que no”.

—Es interesante esa comparación que hace con la Lotería, ¿se sintió premiado?

—No se si premiado, porque es raro… Hay gente que me felicita, otros que me dicen ‘te compadezco’ y hay un tercer grupo que me da las gracias… 

—¿Cómo interpreta eso?

—No sé… Tal vez porque en los momentos difíciles, seas o no partidario del gobierno, todos tenemos que contribuir en algo. En este buque estamos todos, o ayudamos a que esto vaya bien o nos hundimos todos.

—Bien torpedeado está el buque en estos 11 meses.

—Así es… Pero todavía quedan años por delante. Se han suscitado espacios de acuerdo y el constitucional es un buen ejemplo. En los momentos difíciles uno tiene que tratar de converger más que profundizar las divergencias. 

El ministro número 196 en la cartera de Justicia y Derechos Humanos, Luis Cordero asume su rol en un momento crucial. Este año se conmemoran dos siglos desde la creación  de la Corte Suprema —de la cual, dicen, es devoto— y 50 años desde el golpe militar. Además, de salir bien el proceso constitucional, el ministerio tendrá un rol clave en la implementación del nuevo texto. 

Pero el abogado, ex columnista de La Segunda y ex panelista de radio T13, también llegó a la esquina de Morandé con Compañía en plena crisis de los indultos, que se prolongó durante todo enero, con duras críticas al Presidente y su entorno inmediato.

—¿Las crisis y errores en los que ha incurrido el Gobierno se debe a que son novatos, por decir así?

—En los primeros años se cometen siempre muchos errores, lo que tiene que ver con la inexperiencia. Le pasó al presidente Piñera en su primer mandato, cuando apostó por un tipo de gabinete que se reflejó muy bien en esta imagen de los pendrives. Fue un proceso de aprendizaje; luego muchas de sus figuras retornaron al mundo privado y no volvieron a aparecer para su segundo mandato. 

—¿Y sobre la generación hoy en el Gobierno? Se critica la dureza con que trataron a todos sus predecesores.

—Ellos remecieron ciertas convenciones en el contexto de un diálogo democrático… Ahora que están en el Gobierno aprenderán a matizar sus juicios y también sobre el oficio de gobernar. Lo digo de este modo: me parece conveniente que esa generación llegara tempranamente al Gobierno para que pronto entendiera cómo funciona el Estado y sus complejidades.

—Hay otros que sostienen lo contrario, que les falta carrete… 

—Sí, pero la pregunta es por qué la sociedad chilena optó por ellos y creo que, en gran medida, se debe a lo que no hicieron las anteriores… 

—Sin embargo, son estos los que están mejor evaluados en las encuestas y que tienen roles protagónicos en el gabinete… 

—También puede mirarse como parte de un aprendizaje más colectivo, donde todas las diferencias suman. La única manera de que el Estado sea eficaz es que sume voluntades. Por eso miro auspiciosamente el proceso de aprendizaje… Mire, pertenezco a la denominada “generación perdida”, que no tuvo muchos roles protagónicos en el Ejecutivo y que, si bien aprendió mucho, no innovó en la posta debido a una cierta comodidad que se produjo durante el proceso… Pero el tiempo me ha traído acá para dar mis mejores esfuerzos. Lo que está pasando es bueno porque se están juntando distintas visiones provenientes de una misma familia. Lo relevante es cómo armar la mesa de Té Club para juntarnos todos y echarle para adelante. Que el Presidente nombrara en su gabinete al ministro Marcel, por ejemplo, fue una gran decisión. Para muchos de mi generación él es un rockstar, la reunión entre la tecnocracia y la política. Yo era un joven abogado en la Segpres cuando él partió con la modernización del Estado. Tiene una visión estratégica admirable. Representa el modelo de gestión pública que me identifica. Compartir gabinete con él es un privilegio.

«Probablemente tengamos un proceso constituyente fome y, si es fome, puede estar bien».

—No deja de ser simbólico que usted fuera profesor de Gabriel Boric y que él ahora sea su jefe…

—Supongo que hay algo atractivo en eso, pero él ahora es el Presidente de la República y yo soy su ministro. Es la despersonalización del Estado.

—¿Tan fácil es cambiar de switch?

—Me pasa con mis ex alumnos; hasta el día de hoy los trato a todos de usted y en este gobierno hay muchos que me dicen profe… Lo veo como una señal de respeto recíproco. 

—Usted conoció a Boric cuando fue presidente de la Fech, ¿cómo era ese líder estudiantil?

—Lo que siempre he valorado del Presidente es su convicción de llevar sus ideas adelante, pero con la capacidad de adaptarlas al interés mayor. Hay dos momentos simbólicos que lo revelan muy bien: cuando se sumó a la mesa de niñez, en el gobierno del Presidente Piñera y cuando firmó el acuerdo constituyente de noviembre de 2019. 

—¿Era buen alumno?

—Sí. El curso (de Derecho Administrativo), mis estudiantes trabajan mucho con casos y jurisprudencias, con mucho análisis, muy socrático en la discusión, y creo que había una buena cabeza ahí para la discusión legal. Fue un buen alumno.

—Le tocó asumir en plena crisis de los indultos, y con los “papelitos en la mano”, dijo que estos estaban bien fundamentados y sin ninguna desprolijidad. ¿Cuál fue el error entonces?

—Los actos están fundamentados según la práctica institucional que ha tenido este ministerio durante los últimos 30 años y, por lo mismo, he venido advirtiendo que hay que tener cuidado con ocupar las herramientas del derecho para lograr derrotas políticas. En su estrategia, la oposición abrió todos los flancos legales posibles: interpuso una denuncia ante el Ministerio Público por prevaricación; fue a la Contraloría a solicitar dictamen; hizo una presentación al Presidente para que invalidara los actos; fue al TC, objetando cuestiones que son estructurales de la potestad en cómo se ejerció el indulto de 7 de los 13 entregados por el Presidente de la República. Pero junto con ello, cuestionó la manera en que se ha ejecutado esta facultad en el pasado. 

—De hecho, la impugnación no sólo fue declarada admisible por el Tribunal. Hace un par de días, de forma inédita, solicitaron copias de todos los indultos otorgados desde la dictación de la Ley 18.050, es decir, desde 1981 en adelante…

—Hablamos de 1600 decretos desde el retorno de la democracia hasta hoy, y ahora estamos revisando aquellos entregados a partir de marzo de 1981, cuando se dictó la ley, hasta a marzo de 1990… Si se revisan los decretos hasta hace no más de unos años, algunos tenían incluso menos fundamentación; una página, con suerte…

—¿Cuál sería el propósito del TC? 

—Probablemente mirar el contexto en que se ejercen estas atribuciones, para contrastar el estándar en el pasado y dimensionar los efectos que podría tener su declaración sea en términos positivos o negativos. Ahora Chile Vamos y sus abogados son los que decidieron este camino y cada uno tendrá que hacerse responsable de las estrategias que ocupa.

—Con todo, tratándose de un instrumento tan problemático, ¿no sería mejor derogarlo?

—No soy partidario de derogar la figura del indulto, sí de observar una reforma para que éste no sea sólo de exclusiva responsabilidad del Presidente, sino que existan otras instancias que evalúen su idoneidad, con un organismo colegiado que entregue su recomendación. Pero sostenerlo todo en la figura de un Presidente o Presidenta, es un peso muy complejo.

—Seguramente será un tema para la nueva Constitución.

—El proceso constituyente estará muy asociado a los últimos eventos, entre ellos los indultos, el nombramiento del Fiscal Nacional o la estabilidad del régimen político. 

—Usted votó Apruebo. ¿Qué lecciones sacó de ese proceso?

—Que la Constitución no es un paper y que, por lo mismo, el proceso es tanto o más importante como el texto final. Si éste se desarrolla de manera dialogante, lo más probable es que las diferencias se resuelvan bien, a través de acuerdos. Pero si hay tensiones, las ambigüedades pueden parecer sospechosas. Dicho de otro modo: al texto se traspasa la confianza respecto de cómo fue el proceso. 

«La segunda enseñanza que es muy relevante es que la tradición constitucional chilena está mucho más enraizada de lo que creíamos. Lo que se debe tratar de buscar en un proceso constituyente es que las personas, no los especialistas o los abogados, se apropien de su texto. Eso sólo se puede lograr si existe colaboración y en un espacio donde se respeten las tradiciones institucionales.  Conozco al grupo de expertos y la mayoría son personas de muy buen criterio. Probablemente tengamos un proceso constituyente fome y, si es fome, puede estar bien».

—También tendrá a su cargo cambiar el sistema de notarios y conservadores, que lleva décadas sin resolverse…

—Hay dos temas: una es la reforma al sistema registral, que es un cambio mayor y que tiene mucho tiempo. Y, otra, es la de desnotarización,un tema que viene desde la administración del Presidente Piñera y que también está en mi agenda de prioridades. En los diálogos que he tenido en el Congreso hay bastante acuerdo en apurar para el transcurso de este año.

—¿Usted fue abogado de la Asociación de Notarios?

—Para una presentación en Contraloría, nada más.

—¿Eso no lo inhabilita?

—Para la discusión legislativa, creo que no. Fue una presentación muy específica en la Contraloría, pero no he sido abogado permanente; sólo me consultaron para esa presentación en particular.

Y vuelve sobre la reforma al sistema:

“Una de las particularidades que tiene el nuevo proceso constituyente es un cambio en el modelo  de gobierno judicial, lo que implicará un cambio en el nombramiento no sólo de jueces y jueza, sino que también de auxiliares de la administración de justicia. Si este proceso constituyente es exitoso, la agenda del ministerio de Justicia a partir del 2024 será muy intensa en implementar las reformas que se originen de la nueva carta y la gradualidad que defina el Consejo Constitucional, en un resultado que espero sea favorable para todos porque Justicia está metido en el corazón de la nueva Constitución”.