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Marcia Scantlebury: «He vuelto a sentir miedo»

La presidenta del Museo de La Memoria reflexiona sobre el avance de posturas radicales que descreen de la democracia y los Derechos Humanos, del retorno del odio y la violencia en el lenguaje. «Se parece mucho a lo que vimos hasta el día antes del golpe de Estado». Y responde a acusaciones de nepotismo y acoso laboral dentro de la institución. “La delincuencia, las drogas, las armas en las poblaciones, eso también es violación a los DD.HH.”, declara. Por Lenka Carvallo Giadrosic para diario La Segunda.

Foto: Jonathan Oyarzún/Aton.

Marcia Scantlebury (77) aprendió a vivir con sus cicatrices. Algunas están a la vista, aunque también carga con otras más profundas. En 1975 fue detenida por agentes de la DINA y estuvo ocho meses presa en algunos de los centros más siniestros de la dictadura: Villa Grimaldi, Tres Álamos, Cuatro Álamos y en Pirque.

“Soy una víctima, pero nunca me he planteado como tal”, admite la presidenta del directorio del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, del que fue una de sus impulsoras.

“Me apresaron en el marco de la «Operación Cóndor», que era un plan coordinado entre los servicios represivos de las dictaduras de Uruguay, Bolivia, Argentina y Chile, lo que a su vez llevó a la colaboración entre los movimientos revolucionarios del Cono Sur. Mi nombre era Natacha; trabajaba en la resistencia clandestina. Ayudé a muchas personas… Sabía que era un riesgo y que en cualquier momento me podían detener, pero no podía quedarme de brazos cruzados. La DINA llegó a mi casa el 3 de junio de 1975, cuando estaba sola con mis niños, que se quedaron con unos vecinos”.

En esos meses Marcia experimentó en carne viva el horror.

“Cuando llegué a Villa Grimaldi oí unos alaridos. Pensé que se trataba de animales porque no parecían humanos… Era todo muy demencial. A los torturadores los reconocía por la voz. Cuando me llevaban a la parrilla de Cuatro Álamos a Villa Grimaldi, en el camino una de las torturadoras por sadismo me rajaba la cara con unas llaves. Un día entra a mi pieza y me dice: ‘señora Marcia, usted que es mamá, ¿me puede ayudar con esto?’ Me saca la venda y me doy cuenta de que está embarazada de siete meses. Quería que la ayudara a tomar los puntos de un chaleco para su hijo. ¡Es una experiencia delirante! Cuando nos torturaban ponían mucha música de Nino Bravo y Julio Iglesias, las presas lo llamábamos la discoteque. (Conrado) Pacheco, el jefe de Tres Álamos, nos decía que nos creíamos unas blancas palomas y ahora nosotras nos llamamos así, las blancas palomas. El humor nos salvó. Hoy nos seguimos viendo con las presas, nos juntamos a tomar el té, a comer; celebramos los cumpleaños y tenemos un grupo de WhatsApp».

Aunque hubo episodios donde el humor fue reemplazado por la esperanza: “En Cuatro Álamos, que era el lugar donde te incomunicaban, nos llevaban al baño máximo una vez al día. Ése era el único momento en que nos sacaban la venda de los ojos. El baño no tenía puertas y al frente había un tipo que se paseaba armado, lo que era parte de la humillación. Cuando mirabas al suelo había una rejilla con un caballito de mar por donde se escurría el agua; nosotras lo mirábamos y era como una manera de irse, de viajar, de salir, un momento de luz también. Así sobrevivimos”.

«El humor nos salvó. Hoy nos seguimos viendo con las presas, nos juntamos a tomar el té, a comer; celebramos los cumpleaños y tenemos un grupo de WhatsApp».

Vivió en Colombia, Italia, Costa Rica y República Dominicana. A Chile volvió en 1987 y trabajó en la revista Análisis, fue panelista y miembro del directorio de la Radio Tierra; escribió para revista «Caras» y en «Sábado» de «El Mercurio».

Militante del PS, también estuvo en la creación de la Concertación y fue la jefa de prensa del comando del No para el plebiscito de 1988. Siguió con Eduardo Frei Ruiz-Tagle a cargo de la División de Cultura del Ministerio de Educación y como jefa de prensa de Ricardo Lagos. También fue editora del Departamento de Prensa de TVN y vicepresidenta del directorio del canal estatal.

En 2007, mandatada por Michelle B chelet, Scantlebury asumió la tarea de realizar un memorial siguiendo las recomendaciones de la Comisión de Verdad y Reconciliación (Informe Rettig), en respuesta a las demandas de las organizaciones de familiares y de organismos de defensa de los DD.HH. y para proteger los archivos de la Vicaría de la Solidaridad y la Casa de la Memoria, declarados “Memoria del Mundo” por la UNESCO.

Marcia Scantlebury, luego de 12 años ligada a la institución, pensaba en su retiro cuando, sin proponérselo, fue elegida por la totalidad del directorio para presidir el Museo de la Memoria.

“Pensaba dedicarme a mi familia, viajar, escribir (pronto publicará un libro de cuentos con otros autores), pero me propuso Arturo Fontaine y la votación fue unánime”.

Con un mandato que se inició en junio y que se extenderá hasta 2025, la periodista encabeza una completa renovación de la directiva. “La idea es que sean más jóvenes y que representen nuevas temáticas, como los derechos de nueva generación, el mundo trans, las mujeres y la segregación de género, Pueblos Originarios, migrantes. Tenemos que hacernos cargo de esta nueva realidad”.

“Nos hemos convertido en un país enrabiado”

El proceso coincide con una crisis interna. De acuerdo a un reportaje de «La Tercera» publicado en octubre, una serie de funcionarios denunciaron acoso laboral y malos tratos, lo que habría determinado la renuncia (en junio) del historiador y director ejecutivo, Francisco Estévez. A ello se sumó la partida de la entonces presidenta del directorio, María Luisa Sepúlveda.

Scantlebury dice que sus salidas no se relacionan con la crisis. “Cumplieron un período”, explica. Pero no desmiente las acusaciones, a lo que se referirá más adelante.

A esas tensiones, se sumó el rechazo de la partida solicitada en la Ley de Presupuesto 2023 en la Cámara de Diputados, con votos de algunos parlamentarios de Chile Vamos, el PDG, la DC y el Partido Republicano. Si bien la glosa (que también afectaba al INDH, la Fundación Frei, entre un total de 11 instituciones) fue aprobada luego en el Senado, el debate generó posturas encontradas, sobre todo por los cuestionamientos de sectores de ultraderecha a los más de dos mil millones consignados para el próximo año, relativizando las violaciones y poniendo en tela de juicio labor de la institución que en enero cumplirá 13 años.

“Es absurdo. La memoria no es algo trivial, es un compromiso del Estado de Chile y no del gobierno de turno. Esto no es un gasto, es una inversión en verdad, justicia, democracia. Aquí vienen personas de todo el mundo y es una de las primeras actividades de las autoridades extranjeras cuando visitan nuestro país. Además, el museo está en el contexto de lo que está pasando en el país. Con la explosión social, a pesar del bandolerismo y la destrucción, ni nos tocaron; no tenemos ni un solo rayado. Es un regalo de la gente”.

Y sobre la defensa generalizada al Museo luego del debate presupuestario, dice que “fue emocionante que fuera un joven de 16 años quien partiera con la campaña de recolección de firmas en Change.org (donde adhirieron más de 20 mil personas). Entonces soy optimista, porque hemos avanzado mucho. Pero lo sucedido con el presupuesto es preocupante porque se atacó toda la institucionalidad que tiene que ver con los DD.HH. y la historia de Chile, que es muy dolorosa y tiene que recordarse”.

—Hubo figuras de ultraderecha que celebraron el rechazo en el primer trámite. Un diputado, que perteneció al Partido Republicano, dijo que se encargaría de que no recibieran “ni un solo peso”...

—Da miedo ver esas manifestaciones antidemocráticas de grupos ultra, son un retroceso para la democracia. Los DD.HH. no son monopolio de la izquierda; pertenecen a todos, a la derecha, al centro y la izquierda. Si te rindes al olvido estamos perdidos. Sin memoria no se puede construir futuro.

Hoy la presidenta del Museo de la Memoria reconoce que ha vuelto a sentir miedo. “En este edificio tenemos un sector donde se exhibe la prensa del día antes del golpe de Estado; ahí puedes ver la agresividad en el lenguaje, el odio. Se parece mucho a lo que estamos viendo hoy. Mucha gente de mi generación sentimos miedo. Es la sensación de volver a un pasado que no pasa, que nunca se disipa; a un país en el que persiste la radicalidad, la agresividad y el miedo.

—¿Qué tipo de miedo?

—Son miedos distintos. Viví el odio en carne propia. Y hoy, cuando vuelves a encontrarte con gente que odia, que se permite hablar de “presuntas víctimas” cuando hay más de mil torturadores presos, te aterras. Nadie puede venir a decir que aquí no ha pasado nada.

—Da la impresión de que ha crecido la adhesión hacia liderazgos de ultraderecha. José Antonio Kast ganó la primera vuelta con un 28% y el Partido Republicano alcanzó una alta representación en el Congreso.

—Pero no es sólo un fenómeno chile- no y no creo que todos los que votaron por Kast se identifiquen con sus ideas, porque fue una elección muy polarizada. No es lo mismo Javier Macaya que el presidente de los republicanos.

—En ese sentido, ¿cómo vivió el clima de confrontación que vimos en la Convención Constitucional?

—Fue una gran decepción; lo que hubo fue una gran farra. Por supuesto, voté Apruebo. Pero los temas se jerarquizaron mal. Hoy las personas tienen problemas como la delincuencia o la inseguridad, que nos está liquidando y donde los perjudicados son siempre los pobres. Cuando fue la quemazón del Metro, ellos fueron los más afectados. Hay terror en las personas. Ahora, ¿es fascista la gente que comete estos actos? No. Es gente desesperada, con mucha rabia, tanto los que hacen los destrozos como los que los sufren. Nos hemos convertido en un país enrabiado. Con el avance de la delincuencia, las drogas, las armas en las poblaciones, los niños ni siquiera pueden salir a las plazas. Eso también es una violación a los DD.HH.


«Me emociona ver a Camilo, que es hijo de José Manuel Parada, trabajando con nosotros. ¿Acaso debería estar en una empresa y no acá?”.

“El daño que se nos ha hecho es brutal, aunque no podría decir que aquí no ha pasado nada”, dice la presidenta del Mu- seo de la Memoria sobre las graves acusaciones que trascendieron hace un par de meses.

“Después de casi 13 años por supuesto que hay tensiones; se producen contrapuntos, maneras distintas de abordar la realidad y, efectivamente, ha habido gente que ha tenido malas relaciones, pero todos ellos ya se fueron.

—Se acusó al exdirector ejecutivo, Francisco Estévez, de haber hecho un mal manejo de estas situaciones.

—En el comité ejecutivo contestamos una por una todas las acusaciones. Pero en ese artículo (de «La Tercera») no hay ni una sola fuente responsable, ninguna con nombre y apellido. Es una irresponsabilidad brutal. No puedo entender cómo se hace periodismo así.

—Se habló de acoso laboral, incluso se mencionaba una pelea a golpes...

—En algún momento hubo un problema y el directorio creó una instancia de buen trato para entender lo que estaba pasando, hablar con la gente involucrada y creo que está resuelto.

—También se ha denunciado nepotismo dentro del museo...

—Evidentemente que hay hijos de víctimas. Me emociona ver a Camilo, que es hijo de José Manuel Parada, trabajando con nosotros. ¿Acaso debería estar en una empresa y no acá? Es un orgullo que los hijos tengan muy presente nuestra historia, que para ellos sea importante. ¿Si nuestros hijos no se realizan en estos valores, qué más se podría esperar?