En febrero de 2024 cumplieron tres años desde la desaparición del chileno Juan Pablo Mohr en el K2, la segunda cumbre más alta y la más peligrosa del mundo. La única sobreviviente de ese equipo que también integraba el catalán Sergi Mingote, habla por primera vez de la cruda experiencia en la “montaña asesina” y de su intensa historia de amor con “JP”. POR LENKA CARVALLO GIADROSIC.
(Entrevista publicada el 6 de enero de 2024 en Revista Sábado de El Mercurio).
En octubre de 2023, la montañista italiana Tamara Lunger visitó nuestro país. Era un viaje que tenía pendiente y pensaba realizar con Juan Pablo Mohr, uno de los mayores referentes del montañismo latinoamericanos, quien murió en febrero de 2021 mientras desafiaba el K2, la segunda cumbre más alta luego del Everest y la más peligrosa.
“JP fue el hombre de mi vida, teníamos proyectos juntos”, reconoce Tamara sobre la historia de amor y muerte que compartió con el montañista, el primer chileno en conquistar el Lhotse y el Everest sin oxígeno suplementario ni sherpas y cuya hazaña quiso repetir en el K2, en pleno invierno, con un frío glacial —muchas veces inferior a los 30 grados—, bajo la constante amenaza de un desprendimiento de rocas, de resbalar en el hielo vivo o precipitarse al vacío ante el más míni- mo descuido.
En los cuarenta días que comprendió esa travesía de la cual Tamara Lunger también fue parte, cinco avezados alpinistas perdieron la vida: el catalán Sergi Mingote, Atanas Skatov, Ali Sadpara, John Snorri y Juan Pablo Mohr.
Al otro lado de la pantalla, desde la provincia italiana de Bolzano (Tirol del sur), mientras el cielo a sus espaldas se torna cada vez más oscuro, Tamara Lunger habla por primera vez de esta cruda historia. Un viaje que relata en profundidad en su libro La llamada del K2, la dura lección de la montaña, disponible en Amazon Books y ahora en español, con un capítulo especial para el público chileno, en el que habla de Juan Pablo Mohr, a quien describe como un deportista excepcional, de una enorme calidad humana y el hombre con el que deseaba compartir el resto de su vida.
Tamara Lunger ya era una experimentada escaladora cuando decidió emprender la conquista del K2 invernal, una hazaña inexplorada a nivel deportivo hasta 2019.
“Esta fue mi segunda experiencia desde el verano de 2014. Pero esto era mucho más peligroso, por las condiciones climáticas, las bajas temperaturas, las poquísimas horas de luz y el desprendimiento de piedras —explica Tamara—. Y me propuse subirla en pleno invierno, sin porteadores y sin tanques de oxígeno”.
La escaladora cuenta que un año antes del viaje comenzó a percibir una serie de señales que la conectaban con esa montaña y que la convencieron de ir por segunda vez. “El K2 se me aparecía en sueños o cuando meditaba. Hasta que llegó un punto en que dije ‘tengo que ir’ ”.
Sin embargo, ya desde los primeros días del viaje, la relación con su compañero de escalada, el rumano Alex Gavan (con quien hacía dupla por primera vez), se tornaba cada vez más complicada. “Discutimos mucho, tal vez porque es de otra cultura y tiene otra forma de hacer las cosas… No logramos entendernos, y yo necesitaba energía para mentalizarme y estar positiva”.
Por cosas del azar, en el avión que la llevaría a Skardu, Pakistán, le tocó viajar en la misma fila con Mohr y Sergi Mingote. “Mi primera impresión fue que los conocía de toda la vida. Pensé: “Qué suerte, he encontrado amigos y buena gente”.
Finalmente, Tamara Lunger decidió no continuar con Gaván y se sumó a sus nuevos amigos. La conexión con Mohr, cuenta, fue inmediata. El chileno estaba separado y era papá de tres hijos y Tamara había comenzado hace dos meses una relación con un italiano. Escribe en su libro: “Su risa, el brillo de sus ojos, su acento chileno, su pasión infinita y su contagioso fuego sudamericano, me fascinaron. Esa forma tan especial y agradecida con la que mostraba a sus hijos y también a su madre. Era todo pureza y amor. Mis profundos sentimientos por JP me sorprendieron”. Hoy, en la entrevista, cuenta: “A los pocos días de estar en la montaña, llamé a Davide y le dije: ‘lo siento, pero me enamoré de otra persona. No esperes
nada de mi”. Pero a los 20 días de travesía, el 16 de enero de 2021, la montaña les mostró por primera vez su cara más oscura: mientras descendía desde el campo 1 hacia el campamento base, su compañero Sergi Mingote falleció tras caer por casi setecientos metros.
Así lo recuerda ella en su libro: “Estaba de cara a la montaña, mientras que Alex estaba de espaldas. Y oí a alguien gritar. Miré hacia arriba y vi que algo caía. No tardé en darme cuenta de que era una persona”, relata. “Vi a JP venir desde arriba. Con su traje amarillo. A toda prisa. Nunca había visto a nadie correr tanto (…). Me concentré en Sergi, intenté estar a su lado. Oía su respiración y noté que su frecuencia estaba disminuyendo un poco. Presté aún más atención y, al poco tiempo, dejó de respirar por completo. JP le tocó el cuello. Quería comprobar si tenía latido, pero ya no sentía nada”.
La información, cuenta, se difundió al instante: “A esas alturas, todo el mundo lo
sabía. Dos fueron las noticias que circularon en internet ese día. La primera era triunfal: diez alpinistas nepalíes han alcanzado la cima, logrando así la primera e histórica invernal al K2. La segunda era casi un apéndice de la primera: el mismo
día, también en el K2, Sergi Mingote, alpinista catalán de 49 años, ha muerto mientras descendía del campo 1. Deja a su esposa Miriam y a su hija Julia. Además de un fuerte alpinista, también fue el alcalde de su pueblo, Parets del Vallés”. Al día siguiente, el 17 de enero, un helicóptero militar se llevó el cuerpo del catalán.
Con la muerte de Sergi Mingote, la relación con Juan Pablo Mohr se intensificó. “Planeamos un futuro juntos. Después de la expedición, íbamos a enseñar a los niños a escalar y yo iba a reunirme con su familia en Chile. Todo fue muy emocinante. Estaba dispuesta a entregarle todo mi amor y a sentirme libre, por fin”.
Tamara ahora intentaría, junto a Juan Pablo Mohr, subir a la cumbre del K2. Pero el día que él salió rumbo a la cumbre, ella declinó subir. El frío era inclemente y había fuertes vientos, pero además Tamara comenzó a sufrir dolores estomaca- les, fiebre y una debilidad extrema. “Nos habían informado desde el campo base que habría que estar en la cima para las nueve de la mañana, porque por la tarde aumentaría el viento. No quería ni imaginar lo que sería caminar toda la noche en la oscuridad. Para mi cuerpo y mi mente era algo imposible (…). JP se dio la vuelta y se puso en marcha. No había acordado ningún plan con nadie. Ni con John Snorri ni con Ali. Se fue solo, por su cuenta. Lo observé mientras se alejaba. Pensé que ni siquiera le había dado un abrazo”, cuenta en su diario de viaje.
Dos días después, el 6 de febrero, lo dieron por desaparecido junto a Ali Sadpara y John Snorri.
“Estaba desesperada. Sabía que en esas condiciones, con esas temperaturas, era imposible que alguien sobreviviera y ya había pasado demasiado tiempo sin noti- cias. Había perdido a Sergi, Atanas, John, a mi amigo de toda la vida, Ali y, además a JP, mi compañero y un pedazo de mi corazón. Pensaba en la montaña, en lo que me había dado y en lo que me había quitado. Pensaba en JP todo el tiempo. Volvía a verlo mientras se alejaba, su luz frontal en la montaña, su sonrisa”.
Mirando fijo, cuando en la montaña tirolesa ya es de noche, Tamara reconoce hoy: “Estuve en un túnel durante meses, no te imaginas cuánto lloré. Me perseguían esas imágenes horribles, y las emociones atroces volvían una y otra vez… Si antes yo era súper competitiva y mi foco estaba en conquistar más y más montañas, la tragedia me arrebató la pasión; no me atrevía a hacer nada porque creía que la muerterondaba en cualquier parte, por lo que mi pánico era constante. Todavía no lo supero del todo. Cuando estuve en Chile, fuimos con Carola, la hermana de JP, a la Patagonia y no lograba sacarme de encima el miedo; miraba a cada rato el reloj, pensando en que tenía que regresar pronto a la tienda y poder sentirme a salvo. Siempre está el mensaje: ten cuidado…”.
—Luego de mucho tiempo en depresión, ¿cómo fue su regreso al mundo?
–Un shock. Muy pocos me preguntaban cómo me sentía; lo único que les importaba era saber cuál sería mi próximo proyecto. Para ellos yo era una máquina, no un ser humano. Algunos incluso se mostraron francamente decepcionados al ver que me había tomado un tiempo para procesar todo esto. Me pasé varias noches sin dormir, recriminándome por haber validado mi identidad como montañista antes que como persona. Estuve a punto de comprarme un ticket de avión e irme a algún lugar donde nadie me conociera (sonríe con tristeza).
—Entonces este libro se convirtió en una terapia…
—Claro. Mi propósito es transmitir el mensaje de que todos llevamos dentro nuestra propia montaña con la cual debemos luchar. Es decisión nuestra vivirlo desde la tristeza o desde la positividad.
Hace una pausa.
“Soy una persona súper transparente, por lo que también quise mostrar mis sentimientos y contar cómo he vivido una experiencia tan dolorosa, desde el amor y la gratitud hacia Sergi, JP, Ali y los otros chicos”.
—Llama la atención la honestidad con la que se refiere a su relación con Juan Pablo Mohr.
—Al principio no me sentía capaz de hablar de este amor. Quise guardarlo para mí. No me sentía preparada para hablarlo en las entrevistas. Pero en la medida que fui avanzando en mi terapia, emergió este deseo de contarlo, de que no había razón para ocultarlo. Siempre he creído que el amor es algo maravilloso. Por eso quise publicar también mi libro en español, con un capítulo especialmente dedicado a Chile y a JP.
—De hecho, estuvo acá para presentarlo y para conocer a la familia de Juan Pablo, ¿cómo fue este encuentro?
—Estoy tremendamente agradecida por la conexión que tuve con su familia. Su mamá dijo que podía dormir en su cama, lo que fue hermoso, sentí como si hubiese tenido a JP conmigo.
—Aunque tiene que haber sido fuerte para usted emocionalmente…
—Lloré mucho. Nosotros teníamos una canción que escuché una y otra vez estando en su pieza. Fue triste, pero al mismo tiempo recibí mucho cariño. Su mamá me contó que JP le había hablado de mí, y María, que llevaba no sé cuánto tiempo trabajando en la casa y para quien JP fue como un hijo, me decía: ‘Tamara, necesito abrazarte porque estoy s gura de que JP te debe haber querido mucho’.
Contenta, añade:
“Me hicieron muy feliz las conversaciones que tuve con Elisa, una de las hijas de JP. Al principio, los tres hijos estaban algo reticentes, pero no quise presionarlos. Luego de un rato, ella dio el primer paso y estuvimos conversando durante horas; quería saber si su papá me había hablado de ellos. Ahí les conté que sí, que incluso me había mostrado fotos suyas y me había dicho que eran muy buenas escaladoras. Fue muy lindo. Luego los tres fueron a mi presentación y me hablaron de la casa de la playa que JP diseñó para ellos; yo vi los planos cuando estuvimos en la montaña.
—En febrero se cumplen tres años desde la muerte de Juan Pablo Mohr, ¿cómo cree que vivirá ese día?
—De seguro será muy emotivo. Tres años puede parecer mucho, pero, al mismo tiempo, me parece poco pensando en todo lo que he necesitado madurar, trabajar para estar bien y aún no sé si lo he logrado. Ha sido doloroso, pero al mismo tiempo quiero agradecer por el tiempo en que estuvimos juntos con JP, por este amor y el hermoso brillo de sus ojos que llevaré siempre conmigo.
Una parte del libro, Tamara la dedica a Davide, su ex pareja, quien la esperó y la ha consolado en este tiempo. “Hoy estoy muy agradecida, soy más humilde y voy por la vida feliz con Davide a mi lado, al que quiero inmensamente pero que también sabe y acepta que una parte de mi corazón siempre seguirá latiendo por JP”.