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Edward Rojas, arquitecto: «Chiloé está convertido en zona de sacrificio»

El premio nacional de Arquitectura, radicado hace 45 años en la isla, dice que no sólo las presiones inmobiliarias continúan dividiendo a la comunidad: “Ahora estamos en una crisis tremenda, debido a la híper parcelación». Por Lenka Carvallo Giadrosic para diario La Segunda.

Crédito foto: Antonella Torti.

Ya han pasado más de 45 años desde que Edward Rojas y su mujer, la periodista Luz María Vivar, se instalaron en Chiloé. Ahí nacieron dos de sus nietos y es también aquí donde este premio nacional de Arquitectura (2016) tiene un sinnúmero de obras emblemáticas, como e Museo de Arte Moderno (MAM), el edificio Ballena de calle Lillo, así como casas y algunos hoteles.

Arquitecto de la Universidad de Valparaíso, Rojas se crio en el otro extremo del país, en el desierto de Atacama. Hijo de padre minero y madre dueña de casa, su infancia fue en el desaparecido campamento obrero de «Mina Vieja», entre casas pareadas de madera y lata, con baños compartidos.

“Todo era muy precario. Luego comenzaron los hundimientos a raíz de la sobreexplotación; yo vi cuando la tierra se tragó al hospital”.

Las expectativas de trabajo no eran buenas, cuenta, pero tras el vaciado de Indio Muerto, en el corazón de la montaña, se descubrió un riquísimo yacimiento de cobre. “La bautizaron como el Salvador porque trajo mucho dinero, y puestos de trabajo; incluso se construyó una ciudad de la cual fui uno de los primeros habitantes”, dice sobre el lugar que hoy busca ser declarado Monumento Nacional.

En el norte conoció a su mujer, quien entonces era una conocida cantante radial y ganadora de festivales escolares y juveniles. Hoy la periodista es la coordinadora territorial del MAM, y junto a Rojas son los fundadores del reconocido Festival Castro Abierto, de arquitectura, paisaje y patrimonio que ya va en su tercer año, junto con la Fundación Aldea.

Rojas recuerda su primer encuentro con Chiloé: “Venía de la aridez más abrumante y de pronto me encuentro con este territorio invadido por el agua, todo verde y un cielo absolutamente cambiante, lleno de arcoíris, donde el paisaje y la arquitectura se fusionan a través de la maderas y las tejuelas, como un material orgánico, vivo. Cuando vi los palafitos por primera vez, fue una revelación”.

Rojas venía de estudiar Arquitectura en Valparaíso junto con su amigo, socio y músico Renato Vivaldi, uno de los fundadores del grupo Congreso.

“Había oportunidad de trabajo porque estaba la ley 889 que impulsaba el desarrollo de lugares deprimidos económicamente, como Chiloé, Aysén y Magallanes; el Estado bonificaba las inversiones y la mano de obra en un 25%. No existían las oficinas de arquitectura. Luego fuimos cinco los profesionales hasta que se fueron todos y quedé yo nomás. Hoy hay más de 150 arquitectos; algunos se han instalado con sus propios estudios, lo que ha generado una tremenda diversidad de miradas”.

«No ha sido fácil asumir la existencia d este objeto mercantil. Salgo y ahí está el mall como integrando el paisaje, lo que no deja de ser doloroso, pero es parte de la sangrante realidad de la modernidad».
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Rojas tiene su estudio en las afueras de Castro y su casa en pleno casco histórico, en un pasaje muy cerca de la Iglesia San Francisco, a sólo pasos del centro comercial que ahora cumple 10 años y que, junto a su amigo Vivaldi, denunciaron a través de una carta en el diario y una foto que hizo arder las redes sociales y dio la vuelta al mundo en su momento.

“No ha sido fácil asumir la existencia d este objeto mercantil. Salgo y ahí está el mall como integrando el paisaje, lo que no deja de ser doloroso, pero es parte de la sangrante realidad de la modernidad. Si esta mole se hubiese ubicado fuera de la ciudad, su éxito habría sido espectacular y no habría genera- do las problemáticas que tenemos hoy, como la invasión del paisaje, la sombra sobre las casas vecinas, la contaminación acústica y los motores de aire acondicionado que se oyen incluso desde mi casa. Hoy el mall se estudia en todas las universidades del mundo como lo peor de lo peor, la muestra de lo que no se debe hacer en arquitectura”.

—El mall de Castro transparentó las profundas diferencias que aún permanecen, entre las expectativas de progreso de una parte importante de la comunidad chilota, y los “afuerinos”, que luchan por la protección patrimonial.

—Fue una cuña que instalaron las mismas autoridades cuando se discutía la construcción del mall; para ellos nosotros éramos unos “afuerinos” que no sabíamos que para ir al mall de Puerto Montt había que viajar cuatro horas; tomar una micro, cruzar el Chacao y luego seguir el viaje. La inmobiliaria sabía que contaban con el respaldo de muchos de los chilotes y de la propia municipalidad, por lo que siguieron comprando lotes con la expectativa de hacer edificios de 20 pisos. Las condiciones estaban dadas para que el mercado hiciera de las suyas.

“En el estudio de arquitectos —un grupo argentino con base en Miami— no tuvieron escrúpulos en montar este edificio que pretendía llegar hasta los 15 pisos, con un centro médico, un instituto de educación técnica, un hotel, etc. Esa fue una gran batalla que dimos con mi amigo Renato Vivaldi y que, en cierta medida, ganamos, porque pudimos exigir cambiar un poco la fachada y rebajar los pisos a cuatro”.

Se queda pensando, y relata: “¿Me vas a creer lo que nos dijo el mismo arquitecto argentino que diseñó el proyecto? Che, que bueno que presionaron; ahora el inversor tendrá que ponerse la mano en el bolsillo y hacerle una fachadita al mall porque yo, lo que hago, son cajas bobas que funcionan en cualquier lado”.

«HOY EL MALL DE CASTRO SE ESTUDIA EN TODAS LAS UNIVERSIDADES DEL MUNDO COMO LO PEOR DE LO PEOR, LA MUESTRA DE LO QUE NO SE DEBE HACER EN ARQUITECTURA”.

Tras la conmoción por la construcción del centro comercial, cuenta Rojas, la Unesco exigió un perímetro de protección para el casco histórico de Castro, en torno a su iglesia más célebre, declarada junto a otras 15 como Patrimonio de la Humanidad en el 2000.

“El compromiso estaba pendiente. En la municipalidad trataron de sacárselo propo- niendo cambios al plan regulador, pero se toparon con la oposición de la Cámara de Comercio. Los vecinos decían una cosa y el Colegio de Arquitectos, otra. Como no se llegó a nada, el Consejo de las Culturas vino a sesionar acá mismo en Castro”, cuenta.

Así el 2019 el Ministerio de las Culturas declaró un polígono de 32 hectáreas como Zona Típica. Solo faltaba la firma.

“De la Cámara de Comercio fueron a hablar con la entonces ministra de las Cultura de Sebastián Piñera; incluso llevaron a unas viejitas a pedir que no se ratificara, así que el decreto quedó en un cajón. Luego la actual ministra de Bienes Nacionales, Javiera Toro, al enterarse de que los inversores del mall tenían el proyecto de crecer hasta calle San Martín, en junio firmó la declaratoria. ¡Ardió Troya! Nuevamente nos metimos en las patas de los caballos”.

—¿Este nuevo capítulo reactivó las tensiones? Basta caminar unas cuantas cuadras por Castro para encontrar montones de carteles donde se lee “No a la zona típica”.

—Los habitantes del centro se sentían durmiendo sobre una mina de oro o un pozo petrolero, donde se podían hacer miles de torres sin importar el tráfico en esta ciudad que fue diseñada para que pasaran carretas, no los cientos de vehículos que transitan hoy. El otro día fui a echar bencina al auto, aquí a dos cuadras de mi oficina, para luego ir a una obra. Estuve una hora y media en sólo un par de cuadras; la calle absolutamente trabada. La característica tan propia de Chiloé, tan maravillosa, como la dimensión colectiva, ahora se volcó hacia el interés individual, por este mercado feroz que hoy es el que manda.

—Seguramente se convirtió otra vez en persona non grata tras la declaración de la zona patrimonial.

—Claro, me asocian con el enemigo, el culpable. Pero me reuní con los dirigentes de esa organización junto con la subsecretaría de Patrimonio para que esto no signifique una traba para el desarrollo. Porque ellos tienen razón en un punto: mientras no cambie la ley Monumentos Nacionales, que tiene 100 años, hasta para cambiar una ventana habrá que ir a Santiago a solicitar una autorización, la que puede tardar meses. Necesitamos una reglamentación propia, de manera que ser Zona Típica no sea un problema sino una tremenda oportunidad.

—Aunque entiendo que la molestia es porque se puso freno a la especulación inmobiliaria…

—Claro, la declaración bajó la plusvalía de los terrenos y ya no los podrán vender para que se construya una torre pagándoles cifras exorbitantes, como se imaginaban.

—Es interesante cómo los distintos proyectos modernizadores polarizan a sus habitantes. Pienso también en el puente del Chacao...

—El puente es una realidad que sin duda cambiará a Chiloé profundamente. A veces creo que la identidad del chilote es tan potente que, a pesar del puente, la cultura resistirá. Como dice monseñor Juan Luis Ysern, uno de los grandes iluminados de estas tierras: que Chiloé se desarrolle sin dejar de ser Chiloé.

—¿Y qué opina de las consecuencias tras la quiebra de la constructora “Claro, Vicuña y Valenzuela”, con la paralización del bypass que buscaba descongestionar la ciudad?

—Es como otro golpe de gracia, ¿no? Hace 20 años era inimaginable que fuéramos a vivir situaciones de tránsito vehicular peores que en Santiago pero este verano la ciudad colapsó, tanto de entrada como de salida por esta tremenda cantidad de autos. Quién sabe por cuántos años más tendremos que soportarlo. Es un golpe muy potente.
El arquitecto ahora se refiere al boom de parcelaciones que comenzaron en los alrededores de Castro, Dalcahue, Chonchi y que se abren paso por toda la Isla Grande, disparando los valores.

“Todo se compra, todo se parcela. Sin duda que el impacto ha sido fuerte”, afirma.

ES DE BUEN TONO TENER CASA EN CHILOÉ (…) PUCÓN AHORA ES DE PICANTES Y NO SON POCAS LAS FAMILIAS QUE TIENEN ACÁ SU CUARTA O QUINTA CASA, DESPUÉS DE LA SANTIAGO, LA PLAYA, LA NIEVE Y ALGUNA MÁS”.

—¿Ha cambiado mucho la identidad del chilote?

—La identidad no, lo que pasa es que se han exacerbado situaciones a las que nos ha ido llevando un proceso que es histórico. Desde que se instalaron las salmoneras se produjo un cambio en las condiciones culturales y los jóvenes prefirieron dejar de pescar o trabajar en el campo para poder acceder a lo que veían en la televisión. Así, fueron vendiendo sus campos a gente de Santiago, quienes a su vez los subdividieron e hicieron negocios. Ahora estamos en una crisis tremenda, con Chiloé convertido en una zona de sacrificio debido a esta híper parcelación. He visto situaciones increíbles, como gente que compra por internet y luego piden que los acompañes a conocer sus terrenos. Por eso me parece bueno que se hayan puesto trabas.

Como otro fenómeno, Edward Rojas advierte una gentrificación de la ciudad, favorecida por la instalación del aeropuerto de Mocopulli, que desde fines de este año sumará la operación de tres líneas aéreas y vuelos diarios.

“Esto ha permitido venir por el fin de semana. Es de buen tono tener casa por acá; ojalá en la península de Rilán, mejor si son muchas hectáreas, dependiendo del dinero que se tenga porque acá todo se vende y tiene un precio. Pucón ahora es de picantes (dice irónico) y no son pocas las familias que tienen acá su cuarta o quinta casa, después de la Santiago, la playa, la nieve y alguna más en el norte o el sur”.

—Aunque también hay matrimonios jóvenes que han venido buscando una mejor calidad de vida, muy similar a lo que sucede en Puerto Varas o Valdivia.

—La pandemia demostró que se podía seguir trabajando en cualquier lugar de Chile y escapar de una ciudad donde a cada rato hay portonazos, asaltos y cuanta cosa. Lo bueno es que toda esa gente joven viene con un cariño muy grande y quiere ser parte de este lugar. Es curioso, ellos se están haciendo sus casas y quieren que sean lo más chilotas posible; en cambio los chilotes aspiran a que sus viviendas estén revestidas en ladrillo, con materiales nuevos, con techos planos, ideal- mente de estilo mediterráneas para ser parte de la modernidad. Sin embargo, festivales como el de Castro Abierto son una demostración de que la identidad sigue más presente que nunca. Emociona ver a la familia que todavía tiene su fogón, su huerto, que hacen su harina y lo muestran felices y orgullosos. O que las nuevas generaciones de arquitectos exhiban sus obras donde fusionan el pasado con lo contemporáneo. O la reconstrucción de los palafitos que hicimos luego del incendio del 4 diciembre del año pasado. Durante la ceremonia fue emocionante ver esa fuerza de lo colectivo que es parte de la identidad chilota, capaces de trasladar casas, iglesias. Porque sigue siendo una cultura con una fuerza muy potente.