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Camila Vallejo: «No se trata sólo de tocar la guitarra. Hay que dirigir una orquesta ¡y que suene bien!»

La ministra evalúa el primer tiempo del gobierno y reflexiona sobre los desafíos post 4 de septiembre: “Nadie puede pretender hacernos claudicar de nuestro programa. Estarían cometiendo el mismo error que le adjudicaron a nuestro sector tras el plebiscito de entrada al dejar que se les suban los humos a la cabeza”. Por Lenka Carvallo Giadrosic para diario La Segunda.

Foto: Claudio Cortés (gentileza de El Mercurio).

Siete meses han pasado desde que Camila Vallejo Dowling asumió el puesto de mayor exposición dentro del gabinete del Presidente Gabriel Boric.
Exdiputada del PC por dos períodos, compañera de ruta con Giorgio Jackson y del Presidente Boric, en el 2011 surgieron como los líderes del movimiento estudiantil que acabó por transformar el mapa político y los llevó a La Moneda.

Ella desde su rol como ministra secretaria general de Gobierno, en un despacho que mira hacia el Patio de los Naranjos, dice: “Estoy muy contenta. Siento que gran parte de mi experiencia está en el aprendizaje a partir de mis 22 años en el movimiento estudiantil. Luego como diputada donde empujé muchos proyectos de ley. Todo eso me ha servido para esta tarea y creo estar siendo un aporte”.

—¿Idea mía o tiene más canas desde que asumió?

Camila Vallejo se toca la coronilla y sonríe.

“Es probable. Tengo una especie de cordillera nevada; igual es por genética, aunque puede que tengas razón y sea por la intensidad de este trabajo”.

—¿Qué ha sido lo más complejo?

—Siento que a veces el despliegue de muchos de nuestros proyectos han sido difíciles de posicionar en la agenda pública. Porque una cosa es la instalación, que para todos los gobiernos es difícil, pero para nosotros lo ha sido todavía más por- que somos una coalición nueva, tanto por nuestro proyecto político, como por una falta de experiencia en el Poder Ejecutivo. Más allá de eso, lo más complicado ha si- do lograr que la polémica coyuntural no se coma la agenda. Antes del plebiscito desplegamos el plan “Chile Apoya”, que incorpora muchísimas medidas en generación de empleos, subsidios, proyectos de inversión, apoyo a distintos sectores rezagados de la economía; o el ajuste del salario mínimo, que fue un reajuste histórico; el copago cero; la promulgación del pago efectivo de las pensiones de alimentos, etc. Pero muchos siguieron instalando la idea de que nuestro Gobierno no gobernaba.

—¿Cuánto jugaron en contra los autogoles dentro del propio gabinete?

—Los errores no forzados son propios de la política; han estado presentes en todos los gobiernos. Pero cuando llegamos, una de las cosas que más me sorprendió es que toda la prensa estaba buscando el conflicto dentro del comité político. Y nosotros estamos muy cohesionados, tanto antes como después del cambio de gabinete.

—Pero debe reconocer que han habido varios impasses.

—Por cierto, y los hemos asumido como tales. Pero estamos ante una mayor mediatización del debate político y, cualquier mala cuña, una declaración imprecisa, la más leve falta de sintonía entre ministros y ministras, y el tema se toma la
agenda periodística durante toda una semana. Sin embargo, para no sacarle el poto a la jeringa, es una realidad de la que tenemos que hacernos cargo y ha sido, sin duda, el desafío más grande la coordinación político-comunicacional para evitar que esas situaciones sigan sucediendo, lo que va más allá de un coaching.

“Con Tohá hemos tenido muy buena onda”

—A ustedes los acusaban de soberbios, de sentirse en una categoría moral superior, y fueron bastante críticos de los gobiernos anteriores. ¿No les estará pasando la cuenta?

—Es un análisis atendible, pero nosotros siempre hemos defendido los DD.HH; el avance en la agenda social; que existan pensiones dignas; el derecho a la educación —con gratuidad—; tener una nueva Constitución hecha en democracia. Si la gente nos eligió, fue por eso. Entonces no sé si el problema fue que confrontáramos los problemas y apuntáramos hacia lo que estaba mal… Tiene que ver con cómo se gobierna y se resuelven los problemas complejos desde una institucionalidad que tiene su propia burocracia, su propia inercia y dificultades. Con un parlamento que además es distinto a los anteriores. En un contexto de pandemia, inflación, recesión económica global, alza en los casos de delitos violentos, una guerra… Tenemos que llevar adelante nuestra agenda en un contexto mucho más desafiante, lo que  ha implicado asumir con mayor humildad lo que significa empujar los cambios que queremos llevar adelante.

—Ya tienen que estar odiando la frase de que “otra cosa es con guitarra”, ¿no?

Ríe:

—Siempre digo que no se trata sólo de tocar la guitarra, aquí hay que dirigir una orquesta ¡y que suene bien!  Es mucho más complejo que eso… 

—Ya han pasado siete meses, ¿lo han conseguido?

—Estamos en un momento en que todos los músicos están tocando sus instrumentos, pero cuesta ver el concierto completo; esa perspectiva hay que mostrarla más (y mueve una batuta invisible). Pero a veces nuestros proyectos se ven como algo etéreo, inasible, muy de mediano o largo plazo. Entonces estamos tratando de llegar de una forma más rápida y efectiva desde el Estado a esas necesidades de las personas sin abandonar el proyecto de transformación y cambio. Por ejemplo, el “copago cero”, que no esperó a la reforma a la salud sino que es un primer paso dentro de ella. También los proyectos que estamos desplegando en salud mental, o lo que estamos destinando en recursos para la matriz productiva en la ley de presupuesto, que es un anticipo de lo que será un nuevo modelo de desarrollo, etc.

—Uno de los momentos difíciles de estos siete meses debe haber sido la salida de Giorgio Jackson del comité político. Ustedes son amigos, compañeros de ruta.

—Todos los cambios de gabinete duelen. Y éste, por tratarse del primero, por cierto que fue difícil. Lo importante es tener claro que son definiciones políticas, no personales. Izkia Siches, por ejemplo; ella tuvo una tremenda labor en la campaña y se la jugó en el Ministerio de Interior; siempre he dicho que admiro a esa mujer por su valentía y su tremenda energía. Perfectamente, por su cercanía, el Presidente podría haber dicho: “¿sabes qué? Continúa”. Pero tomó una decisión que es política, no personal. También con Giorgio.

—¿Había trabajado antes con Carolina Tohá y Ana Lya Uriarte?

—Con Ana Lya sí porque estuvo en el Ministerio del Interior con Izkia Siches, participaba de varias reuniones y tenemos una muy buena relación. Con Carolina no habíamos tenido la posibilidad, pero ahora hemos tenido muy buena onda.

—Carolina Tohá dijo a la salida de la primera reunión del comité político: “somos mujeres resolutivas y hay cariño”. ¿Qué tan rápido se construyen los afectos tomando en cuenta que llevan algo más de un mes?

—Somos resolutivas, es verdad, pero yo creo que tiene que ver con que somos mujeres con trayectoria política, que hemos enfrentado muchas dificultades en contextos sumamente machistas. Entonces leemos de memoria lo que hemos tenido que enfrentar, por eso el cariño. No es de ‘pucha que me cae bien’, sino de una sororidad política.

—Otra frase que tampoco les debe caer bien a estas alturas es esa de las “dos almas” del Presidente Boric. Dicen los críticos que se le estaría dificultando la toma de decisiones.

—Desconozco de dónde proviene la crítica. Yo, que lo conozco, lo digo con convicción: el Presidente es muy claro en equilibrar la capacidad de diálogo, que es necesaria en una sociedad que se ha vuelto muy confrontacional donde todos son adversarios, y la capacidad de tomar definiciones. No se trata de llevar adelante liderazgos autoritarios, que se exigen cuando hay problemas de violencia, pero tampoco caer en la inercia de dialogar eternamente porque la gente necesita respuestas.

«Nadie puede pretender hacernos claudicar de nuestro programa. Estarían cometiendo el mismo error que le adjudicaron a nuestro sector tras el plebiscito de entrada al dejar que se les suban los humos a la cabeza y pretendan apropiarse de toda la gente que votó Rechazo…«.

—Usted se encontraba invicta de errores hasta que se apresuró en señalar que se había llegado a un acuerdo entre los partidos de Chile Vamos y el oficialismo para una nueva Constitución. Cayó pésimo en la derecha y marcó un retroceso. ¿Usted cómo lo percibió?

—A lo mejor fueron expresiones de mucho entusiasmo respecto de las posibilidades de que el diálogo avanzara rápidamente y tuviera resultados. Lo importante es lo que señalaron tanto el Presidente, como muchos sectores, incluido el presidente de la UDI, Javier Macaya: que en el escenario de ganar el Rechazo el proceso constituyente va a continuar. Tenemos una deuda histórica en cuanto a darle al país una Constitución hecha en democracia. Me quedo con esa voluntad y la confianza de que se cumplirá con la palabra empeñada.

—Las declaraciones de la ministra de la Mujer, Antonia Orellana, en Tolerancia Cero, quien adelantó la agenda de aborto del gobierno, llevó a un sector de la oposición a condicionar este tipo de temas con el avance de los acuerdos para la nueva constitución ¿Se traspasó la línea roja?

—Esa fue la declaración de una parlamentaria específica a quien no le gustó lo que dijo la ministra, sobre iniciar un proceso de diálogo en organizaciones de mujeres para discutir la despenalización. Pero el presidente de su partido señaló que no habrá condicionamientos. Una cosa es la discusión que está radicada en el Congreso para un acuerdo constituyente y otra es nuestro programa de Gobierno. Nadie puede pretender que paralicemos nuestros proyectos porque no le gustan a un sector y condicionar el acuerdo constituyente. Es inaceptable en una democracia. Nadie puede pretender hacernos claudicar de nuestro programa. Estarían cometiendo el mismo error que le adjudicaron a nuestro sector tras el plebiscito de entrada al dejar que se les suban los humos a la cabeza y pretendan apropiarse de toda la gente que votó Rechazo, como si se tratara de un respaldo a un proyecto conservador o pro status quo .

—Según los sondeos, hay un porcentaje importante de personas a la que no le interesa un nuevo proceso y prefiere reformas al texto actual. Eso habría sido recogido por algunos sectores en la derecha.

—Pongamos la pelota sobre el piso: aquí hay un compromiso y en política la palabra empeñada vale, de lo contrario, estamos fortaleciendo la política la deslegitimación del sistema político y los partidos. Lo anterior implica respetar el plebiscito de entrada donde se determinó que una gran mayoría quería una nueva Constitución y, en segundo lugar, una carta magna hecha en democracia para dotar al país de un pacto social que nos represente a todos y todas. Encuestas más, encuestas menos, esto no está en duda.

—Existe un intento de desbancar a Karol Cariola como futura presidenta de la Cámara. Guillermo Teillier habló de asesinato de imagen.

—Hay un acuerdo administrativo que es importante respetar en política o se contribuye al descrédito de las instituciones políticas. Esto implica certezas, estabilidad y una agenda común para que avancen las distintas iniciativas que atañen a las necesidades de la gente, y no solo nuestra agenda de Gobierno. Ahora, apelamos a que el pacto administrativo se cumpla, más allá de la derecha.

—La próxima semana se cumplirán tres años del estallido social. Hay preocupación con lo que pueda pasar.

—Se cumple un año más y tenemos muchas tareas pendientes respecto de los problemas que se plantearon ahí; el más obvio es un acuerdo para una nueva Constitución. Es un momento de reflexión donde no tenemos que olvidarnos de las causas del estallido y enfrentar la realidad con la convicción de que siguen presentes muchos de los problemas estructurales que desencadenaron este malestar y trabajar en unidad. Tal como en el esfuerzo que se está haciendo para el acuerdo constituyente, deseamos el mismo trabajo de conversación, trabajo colaborativo y voluntad política.

—Según el Premio Nacional de Historia, Gabriel Salazar, al ver la violencia estudiantil en figuras como los overoles blancos, el estallido social ya habría comenzado.

— No he leído la entrevistas así que no me puedo referir.

—¿Pero en cuanto a esa interpretación?

—Creo que efectivamente hay un malestar que se mantiene y se mantendrá en la medida que no logremos resolver los grandes temas que levantó el estallido social. Pero muy distinto es pensar que se gesta un nuevo estallido. Lo que sí hay que tener la capacidad de comprender que esto no ha terminado y que todos los que estamos en política tenemos que contribuir a las soluciones. No basta con denunciar o tuitear los problemas. Así como dijeron que otra cosa es con guitarra, no basta con ser un buen tuitero. Todos tenemos que trabajar.