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Hernán Larraín: «La Constitución se está convirtiendo en un campo de batalla»

“El guion es bastante evidente”, sostiene el convencional de Evópoli, quien apunta al propio gobierno de intentar amarrar su programa a la futura Carta Magna a través de sus representantes en la Convención. Y advierte:“Si la Constitución se
cae, la salida institucional y democrática que nos dimos como país será una oportunidad perdida”.

Entrevista publicada el 02 ABRIL 2022 en Revista Velvet. Fotos: Bárbara San Martín.

Por Lenka Carvallo

Es hora de almuerzo y en el Centro de Santiago el calor supera los 33 grados. En los jardines del ex Congreso Nacional algunos convencionales conversan con los medios, otros se juntan para continuar sus negociaciones o comen un sandwich a la sombra de algún árbol mientras revisan mensajes y noticias en sus teléfonos.

Hernán Larraín Matte busca una banca en algún lugar fresco. Notorias ojeras revelan largas jornadas de deliberación, votaciones que muchas veces terminan pasada la medianoche y que ahora también se extienden a los sábados, mientras la cuenta regresiva indica solo cuatro meses para el plebiscito de salida (septiembre).

“Se cumplieron ocho meses desde que iniciamos el trabajo de la Convención; dos tercios del tiempo –recalca– y ha sido muy intenso, no solo en lo profesional sino también en lo personal”, admite.

Con su pareja, Manuela Garretón, son padres de Domingo (3 años) y Samuel (10 meses), nacido algunas semanas antes de la elección donde Larraín Matte —fundador de Evópoli, expresidente de este partido y quien firmó el acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución de noviembre de 2019– se transformó en uno de los 155 convencionales electos con la misión de escribir la futura Carta fundamental.

“Samuel es un hijo ‘constituyente’… La familia te permite encontrar el equilibrio y distinguir qué es lo importante, porque la pega es muy absorbente, muchas veces frenética; se ha agudizado el horario y hay mucha presión. Son tiempos interesantes…”, dice evitando las quejas, aún cuando señala que las propuestas de su sector han sido excluidas y que tampoco los escuchan ni buscan dialogar con quienes hoy representan una minoría en este órgano.

–Tiempos interesantes y complejos también…

–Sí… La Convención está en un minuto frágil y se ha ido generando un cuadro que me preocupa. Voté Apruebo en el plebiscito porque creo que Chile necesita una nueva Constitución. Confío en este proceso y he buscado colaborar, aún cuando en la centroderecha somos minoría. Pero lamentablemente hay grupos de izquierda que han ido generando un cuadro político que no es bueno para el país, aprobando normas muy complejas y debatibles, muchas de las cuales ya son parte del texto que se presentará para ser votado el plebiscito.

–Todo esto en medio de un ritmo frenético, sin mucho tiempo para estudiar las propuestas y reflexionar como corresponde…

–De los 12 meses con los que contamos, nos pasamos prácticamente seis construyendo el reglamento y haciendo muchas actividades que no tenían que ver estrictamente con nuestra pega, como el tema de los supuestos presos políticos de la revuelta. Y ahora nos vemos enfrentados a una fecha de salida que ha hecho que apuremos el proceso de deliberación, sin la profundidad en la reflexión y la deliberación que se requiere.

Sobre algunas de las iniciativas ya aprobadas por el pleno, detalla:

–Hasta ahora hay cerca de 50 artículos que ya son parte del texto definitivo y que resultan muy preocupantes, por ejemplo, como que vayan a existir dos sistemas de justicia paralelos, sin jerarquía, uno para los pueblos originarios y otro para el resto de los chilenos. En esta nueva forma de Estado, también se aprobó un estatuto regional que fragmenta y desmiembra el territorio. En este sentido se le da autonomías territoriales que son verdaderas formas de separatismo. Se aprobó que para cualquier política pública o proyecto que afecte a un pueblo indígena en su territorio, tengan que ir a consulta con su consentimiento. Esto va acumulando una serie de luces amarillas y de alertas que hay que ver con atención.

Preocupado agrega: “Está bien el reformismo, pero esto se está acercando más a una Constitución que quiere refundar todo cuando las demandas de la ciudadanía, que son las que movilizaron el estallido, eran la educación, salud, pensiones y recuperar la dignidad. Da la impresión de que la Convención no escucha, pero cuando se levantan críticas, hablan de que estamos frente a un coro catastrofista y no permiten ningún tipo de observación a nuestro trabajo, ¡por favor! Hay cosas que podemos mejorar y corregir, pero algunos convencionales son extremadamente sensibles de piel y no aceptan ningún tipo de críticas ni comentarios. Esta izquierda más dura no necesariamente ha buscado hacer de esta Constitución un pacto de convivencia o una casa de todos, sino la oportunidad de imponer el programa de gobierno de Apruebo Dignidad”.

Foto: Bárbara San Martín.

–¿Se refiere específicamente al rol que ha jugado el Partido Comunista?

–El PC ha logrado articular con los movimientos sociales, la ex Lista del Pueblo y los escaños reservados, el tercio que se necesita para aprobar las normas. Esto les ha permitido establecer condiciones de negociación e imponer sus términos incluso sobre el P y el Frente Amplio. En las múltiples materias actúan en relación con causas como la indígena, la feminista, las regiones, el medioambiente. Y han sido muy exitosos en eso.

–¿Con la anuencia del gobierno?

–Giorgio Jackson ya lo dejó claro al decir que para el éxito de la administración de Gabriel Boric es fundamental sacar adelante la nueva Constitución, que esto les permitirá hacer las reformas. El guion es bastante evidente: se quiere transformar a la Constitución en un programa de gobierno y no en un pacto de convivencia…

Se pasa la mano por la frente:

–Cuando Gabriel Boric vino para acá, unos días antes de asumir la presidencia, fue muy claro en decir que no quería una Constitución partisana (guerrillera). Pero entre dicha declaración y los hechos hay una gran distancia; están empujando hacia una Constitución de ultraizquierda, profundamente indigenista y excluyente, y lo han ido logrando por etapas en el nuevo texto.

–¿Aun cuando el riesgo sea fracasar o que el texto sea aprobado por estrecho margen, afectando su legitimidad?

–Están muy conscientes, tienen muy claro que implica estresar el proyecto de salida, pero aún así están dispuestos a hacerlo y van con todo.

–El presidente Boric ha dicho que esta carta debe representar a todos los chilenos, que hay que dialogar sin caricaturas de un lado y otro. ¿Hay un doble discurso?

–O sea… Entre lo que dice y lo que esta administración está ha- ciendo a través de su coalición, claramente se está avanzando hacia una Constitución partisana. El sabe muy bien que tiene un Congreso dividido y que, para poder avanzar en su agenda, requerirá consen- sos… Pero no se puede pretender tener vocación de diálogo en el Legislativo y, en la Convención, pasar la máquina para imponer sus términos. Efectivamente hay un doble discurso.

–¿Ha hablado con el presidente Boric o con el ministro Jackson? Entiendo que tienen una buena relación…

–Le he remitido esta alarma a su entorno y no he sido el único. Pero al ver que todo ha seguido igual, decidí hacerlo público.

–¿Está primando la versión del Gabriel Boric de primera vuelta entonces?

–Simbólicamente el nuevo gobierno se parece más al del balotaje, pero, respecto a la Convención, sigue operando con la antigua lógica.

“Está bien el reformismo, pero esto se está acercando a una Constitución que quiere refundar todo cuando las demandas de la ciudadanía, que son las que movilizaron el estallido, eran educación, salud, pensiones y recuperar la dignidad”.

Y advierte:

–Están haciendo lo mismo que le criticaron a Pinochet, que también amarró su programa a la Constitución del 80, excluyendo a una parte de la ciudadanía.

–¿Estarán arriesgando el plebiscito de salida? ¿Lo tendrán en cuenta?

–En ningún caso han sido incapaces de ver esta realidad. Pero, tomaron una decisión y están cometiendo un grave error. Espero que en los cuatro meses que vienen se abran al debate. De lo contrario, una parte muy importante de la ciudadanía no se sentirá incorporada en este proceso y votarán rechazo en el plebiscito.

–Sin embargo, desde la izquierda se defienden y señalan que solo llevan aprobado el 20 por ciento de lo que podría ser la futura carta. Que la derecha pone el grito en el cielo para mantener las cosas tal cual y gane el rechazo en la salida…

–Soy parte de una centroderecha que mira hacia el futuro. Estoy aquí producto de un trabajo muy serio y largo que se construyó desde (el think tank) Horizontal. Nuestras propuestas han sido presentadas en todas las comisiones. Lo que busco es ser parte del acuerdo y votar apruebo en la salida, si no, simplemente me sentaría a esperar que esto fracasara y me niego. Trabajaré hasta el último día para que este sea un buen texto, que se entienda que estamos construyendo un pacto social que nos va a acompañar por mucho tiempo y que sea aprobado por una amplia mayoría. Lamentablemente, estamos tomando una ruta hacia convertir el texto en un campo de batalla y no en un pacto de convivencia.

–¿Una Constitución “de revancha”, como dijo el convencional Fernando Atria?

–Me sorprendió que él justificara este actuar producto de lo
que hizo la derecha en la Constitución del 80. Teniendo el país la oportunidad única de sanar las heridas del pasado, lo que quieren es pasar la cuenta. Me parece miope; si esta Constitución se cae, la salida institucional y democrática que nos dimos como país será una oportunidad perdida.

–El parlamentario de RN y presidente de ese partido, Diego Schalper, llamó a atrofiar al gobierno y no apoyar sus proyectos si es que no se modera la Convención. ¿Buscará la derecha pasar la cuenta a través del Senado?

–No comparto esas declaraciones. No creo que haya que obstruir ni excluir, al contrario, tenemos que sentarnos a conversar y negociar buenas reformas para Chile.

–¿Cómo puede Gabriel Boric incidir sin interferir?

–Él debe respetar a la Convención como un órgano autónomo, aunque respecto de sus convencionales sí tiene una responsabilidad. Él no es solo Presidente de República, sino el líder de su coalición y uno de los firmantes del acuerdo del 15 noviembre, igual que yo. El camino son sus convencionales, entre ellos Constanza Schönhout, Jaime Bassa, Beatriz Sánchez… La Convención Constitucional y el gobierno de Boric están atados a la misma suerte. El éxito del uno es el éxito del otro, el fracaso de uno es el fracaso de los dos.

–¿Qué otros desafíos visualiza para el nuevo gobierno?

–Será una administración muy tensionada por la violencia en la zona sur, por la complejidad de la crisis migratoria en el norte; el aumento de la delincuencia, el narcotráfico, los homicidios… Se suma la inflación y las arcas fiscales muy afectadas luego de la pandemia. Hay una guerra en curso y, por tanto, este gobierno enfrentará muchas complejidades para avanzar en términos de gobernabilidad y para llevar adelante sus reformas.

–¿Tendrá Gabriel Boric la altura de estadista que se necesita para conducir este proceso?

–Él es una persona muy inteligente, muy sensible, que sin duda tiene liderazgo; lo demostró el 15 de noviembre. La gente no se acuerda, pero cuando partió el gobierno de Piñera y se hicieron estas mesas de trabajo, participó en la de infancia cuando ni siquiera el PS quiso estar.

–Y fue muy criticado…

–Por eso él ha demostrado carácter, la capacidad de sentarse con distintos sectores cuando lo ha considerado correcto. Y no cabe duda de que esos son elementos de un líder. Espero que eso se transforme en atributos de un estadista. Sería muy bueno para Chile..