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María Teresa Valenzuela: «¿Cómo no tienen piedad, no existe solidaridad?»

La epidemióloga e inmunóloga, ex directora del ISP y quien fuera nombrada para suceder a Paula Daza en la subsecretaría de Salud, muestra su desazón ante la indiferencia de quienes evaden las medidas sanitarias, como el no uso de mascarillas. Sobre el nuevo gobierno, celebra la llegada de una médica a la jefatura del gabinete de Gabriel Boric. “Izkia tiene todas las condiciones para ser ministra del Interior. Es una mujer líder que mueve montañas».

Entrevista y foto publicada el 17 de febrero en La Segunda.

Por Lenka Carvallo

El día de esta entrevista acababa de nacer su séptimo nieto. “Solo lo he podido conocer por fotos”, dice por la restricción sanitaria que aún impera en clínicas y hospitales. “Sería un pésimo ejemplo que fuera a verlo aun- que me muero de ganas”, señala la epidemióloga e inmunóloga, quien sucedió a la doctora Paula Daza cuando ella partió a apoyar la candidatura de José Antonio Kast.

“No he pertenecido nunca a un partido político ni he tenido ningún padrino en mi vida. Todo lo que he logrado ha sido porque he trabajado bien, en equipo, muy bien rodeada, con un enorme respeto por las jefaturas con las que he estado”, sostiene esta médico cirujana, magíster en Salud Pública con mención en epidemiología y microbiología de la Universidad de Chile, quien hace tres décadas (1979 y 1996), des- de el Ministerio de Salud, lideró los programas nacionales de Inmunizaciones y de tuberculosis, y desarrolló el plan de eliminación del sarampión del país. En el primer gobierno de Sebastián Piñera fue la directora del Instituto de Salud Pública (ISP), cuando creó la Agencia Nacional de Medicamentos (ANM) e impulsó el plan de bioequivalencia de los medicamentos genéricos orales. Por eso, fue el propio mandatario quien la llevó al segundo puesto de mayor influencia en el Minsal, y no el ministro Paris, a quien Valenzuela acompaña en los puntos Covid de cada semana con su hablar pausado y tranquilo.

Madre de 5 hijos, con 7 nietos, casada hace 45 años con José Fleiderman, médico anestesista y a quien conoció en sus tiem- pos universitarios, María Teresa Valen- zuela nació en Auquinco, Sexta Región, entre Chépica y Santa Cruz. “Me crié entre puro campo. Luego nos trasladamos a Chimbarongo; siempre digo que esa fue mi máxima civilización”, ríe.

Su madre era dueña de casa y su papá se dedicaba a la producción de vinos y a la industria forestal. A los 5 años, pese a que era hija única, la enviaron a estudiar a un internado. “Lloraba todos los días, me costó mucho acostumbrarme. Hubo momentos en que me quebraba, no quería volver al internado, pero mis padres nunca permitieron flaquear…”.

—Qué difícil siendo tan chica…

—Mi papá con todo el amor del mundo quería que yo fuera médico y que me dedicara al servicio público, cosa que cumplí y le estoy tremendamente agradecida. Nunca mencionó nada sobre lograr un estatus económico o un posicionamiento social. Es lo que he hecho y he sido muy feliz.

—Y su mamá, ¿qué decía?

—El que decidía las directrices en la casa era mi papá y ella asentía. Me decía: usted tiene que ser otra. Tampoco quería que me quedara en el campo.

—¿Sus padres tenían educación?

—Sí, ambos. Creo que el sueño de mi papá era ser médico, pero mi abuelo sufrió una parálisis cerebral cuando él era muy joven y tuvo que hacerse cargo del campo. Por eso creo que se proyectaba en mí.

Cuando terminó el colegio, a los 16 años, María Teresa se trasladó a Santiago para estudiar Medicina en la Universidad de Chile. “Entonces la escuela quedaba en la calle Independencia, y yo vivía en un pensionado en calle República con Grajales. Era maravilloso, todo era nuevo para mí; quería conocer y aprender lo más posible. También tuve mis pololos (dice con coquetería) hasta que un día, en un pasillo del viejo Hospital San Borja —que estaba en la Alameda— conocí a mi marido, Pepe. Fui a comprar un jugo al kiosko y llegó él; empezamos a conversar y nos quedamos hablando forever (ríe)”. Se casaron al año siguiente en la iglesia de Chimbarongo y ya llevan 45 años juntos.

“Aquí nadie se las sabe todas”

“El 3 de marzo del 2020, cuando empezó la pandemia, del Minsal me invitaron a formar parte del Consejo asesor Covid. Recuerdo que nuestra incertidumbre era total; nos preguntábamos para dónde iba a ir todo esto”, rememora la doctora. “Entonces suponíamos que esto tendría un inicio, luego una ola muy grande y un final. Pero ya llevamos dos años… Había que estudiar muchísimo, ver cómo lo estaban abordando otros países, con qué medidas, comprender el esquema de las cuarentenas, cómo se podía comportar el virus… Gracias al avance científico hemos podido conocer la composición genética y desarrollar las vacunas. Pero ningún epidemiólogo en el mundo habría imaginado que tendríamos que aprender todo de nuevo. Las únicas epidemias que conocíamos eran del siglo pasado, como la gripe española, que mató a una cantidad enorme de personas en el mundo, pero nada con esta cantidad de mutaciones y que a su vez ha ido generando nuevas variantes, con un comportamiento diferente cada vez… Hemos tenido que ser muy humildes. Aquí nadie se las sabe todas”, dice mientras el Minsal acaba de confirmar un tercer caso de la subvariante de ómicron, la BA.2, conocida como la “sigilosa”, por su difícil detección a través de testeo PCR.

—Parece que todavía estamos muy lejos de entrar en fase de endemia, ¿lo cree?.

—Aún seguimos en franca pandemia; no hay país del mundo que ahora no esté afectado por ómicron, tal como antes fue por Gama, Delta… Y en cada nueva varian- te que aparece uno dice: uf, otra vez….

—Sin embargo, llama la atención la cantidad de gente que anda sin mascarilla. ¿Se perdió el miedo?

—Me da impotencia… Muchas veces me pregunto: ¿se estarán transmitiendo mal los mensajes, que no llegan? Claro, también hay agotamiento; la gente está cansada de andar con mascarilla, les incomoda. Lo que más me afecta es cuando veo a esta juventud que salta, grita, toman alcohol, hacen fiestas a escondidas y no se cuidan… Es por eso que ocurren los brotes epidémicos que todavía nos mantienen en esta situación… ¿Cómo no tienen piedad, no existe solidaridad? Estos jóvenes no piensan en el otro sino en ellos mismos, cuando los valores fundamentales de una sociedad son la solidaridad y la equidad. Eso se ha ido perdiendo.

—Hablando de las actuales generaciones, el gobierno entrante ya anunció que habrá regreso a clases con carácter obligatorio.

—Es tremendamente positivo. Si bien la situación epidemiológica todavía es in- cierta, tenemos la experiencia del año pasado con colegios que lo hicieron muy bien. Ahora tenemos listo un acabado protocolo

junto al Mineduc para definir cómo se llevará adelante la vigilancia epidemiológica dentro de los colegios, junto con el estudio de los brotes epidémicos, la comunicación de riesgos y las fórmula para involucrar y educar a la comunidad (estudiantes, profesores, personal administrativo y apoderados).

Y añade:

—Lo importante es que habrá una población infantil y escolar con una gran cobertura de vacunación (con las 2 dosis del esquema).Entrelos 6y 11 años la cobertura es del 82%; entre 12 y 17 años, un 95% (y 36% con la tercera vacuna). Chile es modelo en cobertura, con la dosis de refuerzo más alta en el mundo y ahora partimos con la cuarta dosis.

María Teresa Valenzuela sobre el debate constituyente: «Faltan pasos. Hay que poner calma. No me voy a desvelar en estos momentos (ríe); lo único que me quita el sueño es la pandemia…».

—¿Conoce a Begoña Yarza, la futura ministra de Salud?

—No personalmente, pero entiendo que es una profesional muy respetada y por lo tanto le mando mis buenos deseos y espero que le vaya muy bien. Ella cuenta con todo nuestro apoyo. La salud de la población no tiene color político. Me parece muy bueno que haya un traspaso total, con toda la transparencia del mundo, porque aquí lo que nos mueve es la salud de la gente. No nos vamos a llevar nada para la casa. Y por lo mismo nos encantaría tener la posibilidad de poder transmitirles nuestras experiencias.

—¿Qué impresión tiene de Izkia Siches?

—Hemos estado juntas en muchas reuniones, por las distintas instancias de las que somos parte, como la mesa social, la mesa del senado, yo desde mi rol y ella como dirigenta del Colegio Médico. Aunque siempre detrás de las pantallas (dice por el zoom). No he tenido el gusto de conocerla personalmente.

—Una médica en el ministerio del Interior, ¿qué opina?

—Me parece súper bien… Antes siempre fueron ingenieros, abogados; no había gente de nuestro gremio a la cabeza de otras carteras, a excepción quizá de Karla Rubilar en el ministerio de Desarrollo Social y Michelle Bachelet en Defensa.

—¿Qué aporte específico cree que puede hacer una médica en Interior?

—Izkia es una mujer líder que mueve montañas y, por lo tanto, creo que será muy importante su rol, tal como lo ha sido el ministro Rodrigo Delgado, que se mueve, llega a la Araucanía, al norte de Chile… La doctora Siches tiene esas características y además cuenta con un liderazgo muy interesante. Tiene todas las condiciones para ejercer su cargo.

Se entusiasma:

—Me la imagino llegando a la Araucanía, instalándose a conversar en Tarapacá para solucionar el problema de los migrantes. Eso es lo que necesita nuestro país: gente que se mueva, que escuche, que se quede con aquello que recoge para tomar las mejores decisiones. Lo peor es sacar conclusiones detrás de un escritorio, aislado, sin escuchar a la ciudadanía y el sentir de la gente.

—¿Qué aporte en específico puede hacer una médica, a diferencia de un abogado, por ejemplo?

—Nuestra formación está muy orientada hacia las personas y, por lo demás, no será ella sola sino que tendrá un equipo de abogados, de personas que trabajarán con ella, pero insisto en que me parece interesante porque tiene un liderazgo muy importante.

—¿Y en cuanto a su manejo de la seguridad pública?

—La medicina tiene mucho que ver con las conductas, con el por qué las personas actúan de determinada forma, y esa mirada es fundamental para otro tipo de fenómenos como la seguridad.

—¿Cómo ha seguido la evolución del proceso constitucional, gatillado entre otros por el reclamo al acceso a una salud digna e igualitaria?

—Lo he seguido más bien de oyente, pero creo que aún es prematuro y tiene que encauzarse. No tengo dudas de que primará el criterio. Falta mucho por ver.

—Aunque ya hay preocupación y críticas de parte de los sectores de derecha…

—Faltan pasos. Hay que poner calma. No me voy a desvelar en estos momentos (ríe); lo único que me quita el sueño es la pandemia.

—La pregunta del millón: ¿volveremos a encerrarnos?

—Debido al deterioro de salud mental, al aumento la violencia intra hogares, el daño mental, emocional, laboral y económico, veo difícil que retomemos las cuarentenas, pero, si llegado el momento la situación se vuelve crítica, habrá que evaluar.

—En Finlandia, Dinamarca, Inglaterra, Nueva Zelanda ya se decretó el fin del uso de las mascarillas y el retorno de las libertades… Ellos tienen una cobertura de las vacunas menor a la nuestra…

—Pero nosotros somos un país ad portas del desarrollo, con pocos recursos. A diferencia de ellos, tenemos una altísima población de riesgo, que son los que terminan en la UCI y muchas veces fallecen. Está probado que los principales factores de riesgo ante el covid son la obesidad y la diabetes, y en Chile el 75% de la población tiene sobrepeso, obesidad y obesidad mórbida, lo cual hace una enorme diferencia. Luego tenemos una prevalencia de diabetes del 31%, sobre todo entre las personas mayores, que son los primeros que fallecen junto con los hipertensos y pacientes cardiovasculares. Tampoco tenemos la misma infraestructura sanitaria ni nos comparamos en cuanto a disponibilidad de recursos humanos: en Chile hay 2,6 médicos por cada mil habitantes y en los países de la OCDE es de 3,4. Acá hay 2,7 enfermeras por cada mil y, ellos, 8,2… En camas críticas, comenzamos la pandemia con 7,4 por cada 100 mil habitantes y ellos están en los 14,7. Son distancias muy grandes, entonces claro que pueden darse esa libertad. Nosotros tendremos que esperar.