“No será fácil, habrá mucha tensión al interior del gobierno. Las dos coaliciones tendremos que entendernos, no queda otra…”, advierte el senador por Valparaíso. Además, desclasifica su historia y amistad con Mario Marcel y celebra el gabinete, a pesar del poco protagonismo del PPD.
Por Lenka Carvallo
Es el final de la tarde del viernes y al otro lado de la pantalla Ricardo Lagos Weber está en el patio de su casa junto a su hija de 11 años. El senador por Valparaíso está contento. Durante la mañana, el Presidente Boric dio cuenta de su gabinete, el que fue recibido sin grandes objeciones incluso en la derecha, sobre todo tras confirmarse el nombre del economista Mario Marcel en Teatinos 120. Un hombre con quien Lagos Weber —que integra la Cámara de Hacienda del Senado— admite tener una gran cercanía: “Nos conocemos desde fines del ’89, cuando fuimos consultores en la OIT (Organización Internacional del Trabajo), en Ginebra. Más tarde coincidimos en la U. de Cambridge (donde ambos estudiaron). Durante muchos años hemos mantenido una relación de amistad y en este último tiempo con Mario —desde su calidad de Presidente del Banco Central—, hemos compartido las preocupaciones sobre el desarrollo del país y lo que ha ocurrido desde el 18-O hasta ahora”.
Hace una pausa y sobre su nombramiento en Hacienda, apunta: “Le da una gran viabilidad política y financiera a las reformas que emprenderá el Presidente en pensiones y tributaria”. Materias que, a juicio del senador, debiesen ser prioridades del nuevo gobierno en su primer año y de las que habló con Gabriel Boric en su visita a la llamada ‘Moneda chica’. “Tampoco estará solo —advierte—; hay un equipo bien potente: Nicolás Grau (RD) en Economía, Juan Carlos García en Obras Públicas (PL), Carlos Montes (PS) en Vivienda”. Y sobre este último, declara: “Es un tremendo aliado para un proceso de reactivación y de empujar reformas. Muy Vivienda será, pero Montes tiene una trayectoria de 30 años en el Parlamento, en las comisiones de Hacienda; sabe cómo desenvolverse en lo parlamentario. Son todos ministros fundamentales…”.
Sin embargo, aunque le baja el perfil, el PPD resultó desfavorecido en la repartición del elenco ministerial, solo con la cartera de Desarrollo Social que, eso sí, tendrá un lugar en el gabinete político. “No estamos representados matemáticamente. Pero el tema no es ese, sino la tremenda señal, la capacidad que tuvo el presidente electo de nuevamente sorprender, con una decisión que seguramente a alguno de los propios le debe costar entender y considerar excesiva”.
—¿Se refiere al PC, que obtuvo tres carteras versus el PS, con cinco muy relevantes?
—No sé, tienen que evaluarlo ellos…
—Con este gabinete el nuevo gobierno amplió su base de apoyo en el Congreso, desde los 37 diputados y 6 senadores de Apruebo Dignidad, a más del doble (65 diputados y 19 senadores). Sin embargo, aún así no les alcanza para tener mayorías en ambas cámaras…
—Sí, pero se construye una base más sólida sobre la cual trabajar y sentarse con la oposición. Además, se dio una señal muy importante y demuestra a un presidente con la capacidad de salir de su metro cuadrado…
—Al dejar fuera a la DC se rompe el eje de la histórica coalición de centro izquierda, la más exitosa de todos los tiempos, como suelen decir ustedes…
—Es un proceso en desarrollo; no sé qué va a ocurrir en la marcha… Hoy hemos sido invitados a participar como coalición Nuevo Pacto Social aunque sin la DC, que deberá tomar una posición, porque entiendo que tiene una mirada distinta… (dice en su estilo irónico). La DC no es parte del gobierno, y nosotros estamos dentro porque el presidente requiere de más apoyos parlamentarios, pero no tapemos el sol con un dedo: una cosa es caminar juntos en este nuevo gobierno, y otra es que algunos de nuestros partidos tengan su futuro asegurado. Efectivamente hay un cambio, ya nada volverá ser como antes… Y no sería sano que lo fuera…
Se queda pensando y agrega:
—De todas formas, desde la segunda vuelta el presidente electo ha dicho que viene a construir sobre lo que otros hicieron antes; no viene a refundar el país, sino a hacer reformas sustantivas. Lo encuentro emocionante, sobre todo viniendo de alguien que tuvo un discurso muy rupturista, en particular con mi sector…
—Entonces no ocultaba su molestia con el Frente Amplio…
—Claro, por la forma en que se referían a nosotros cuando fuimos gobierno. Yo alegaba que ellos eran ‘delicados de cutis’, que no estaban acostumbrados a la crítica… Aunque ojo, también advertí que nuestros caminos en algún momento iban a converger. Hoy, cuando escucho al Presidente decir que hay que dar pasos firmes pero cortos, que hay que tener prudencia y responsabilidad fiscal, veo que de a poco se empieza a producir esa convergencia… Aunque claro, a veces hay que romper con los mayores, con quienes están tomando las decisiones, si es que quiero hacer cambios más profundos.
—Usted y figuras como Carolina Tohá o Felipe Harboe, no se atrevieron a romper con sus mayores. Hoy son parte de “la generación perdida”…
—No comparto ese criterio; me parece un concepto muy negativo. Sí creo que a mi generación no se nos dio, no pudimos dar ese salto, tal vez no quisimos.
—¿Cómo es eso?
—Nos costó mucho hacernos el espacio… Para lograrlo tienes que ser más firme y romper porque en política no te dan la pasada… Nuestra generación no tuvo la capacidad de hacer ese quiebre. Además (dice por él, Harboe y Tohá), no todos están obligados a ser presidentes. La presidencia es algo muy serio. Por eso tengo un gran respeto por Gabriel Boric, quien tuvo la capacidad de tomar una decisión bien crucial. Por eso le dí mi respaldo a la hora y media de conocerse los resultados de la primera vuelta, cuando salió segundo, con un número de votos muy escuálido. Pero muchos le dimos nuestro apoyo, no sólo porque Kast era una pésima alternativa, sino porque demostró carácter en la decisión del 15 de noviembre.
—Cuando dice que a su generación le costó romper con sus mayores, es imposible no pensar en la frase “Matar al padre” y lo simbólico que es en su caso…
—Sí, y con un padre que además siempre ha estado muy presente en la política chilena. Lagos va a cumplir 84 años en marzo; está escribiendo, dando entrevistas, menos que antes, pero sigue. Él está en permanente contacto en la política, muy abocado al tema internacional.
—Su apoyo fue clave para alinear al progresismo en favor de Gabriel Boric.
—Él no se pierde en lo que es bueno para Chile. La figura de Lagos pesa.
—¿Cómo fueron esas conversaciones con él?
—El mismo domingo en la noche (de la primera vuelta) me comentó que le daría su respaldo a Boric y hablamos sobre cuál sería la forma más adecuada; fue una conversación como muchas que hemos tenido y que a veces son difíciles, porque tiene su carácter… Le dije: te preguntarán por qué apoyar a alguien de una coalición que te criticó y fue tan dura por los 30 pesos y los 30 años… “Ah sí, pues Ricardo —contestó—; los 30 años son muy importantes, pero los que me importan son los 30 años que vienen; me puedo hacer cargo del pasado, pero estoy preocupado del futuro y para los próximos 30 años bien vale la pena apoyar a Gabriel Boric”. Ahí tienes. Toma.
“Fijarse metas abordables”
“Estos cuatro años no sólo serán los de Gabriel Boric sino que los cuatro años del progresismo en Chile y de cómo nos vamos a entender para seguir liderando al país para que el proceso de reformas no quede trunco. Desde el día uno hay que trabajar en generar una confianza y un camino que asegure que habrá una continuidad”, se apresura en advertir Lagos W.
—Según Jorge Sharp, se necesita un tren de al menos tres gobiernos para “desmontar el modelo neoliberal”.
—Coincido. Este gobierno tiene que hacer un delivery al siguiente si se quiere hacer reformas que impliquen alejarse de ese modelo y pasar a un sistema de seguridad social como el de todo país civilizado. Llamémosle desmontar, o usemos la retroexcavadora —como diría Jaime Quintana, mi colega de partido— y seamos gobiernos progresistas reformistas. Pero para eso nos tienen que reelegir y, por tanto, hay que hacerlo bien; satisfacer a la ciudadanía sin irse a un extremo, ser dialogantes. Sé que hay sectores de su coalición que tienen un discurso más confrontacional pero Boric es el presidente y será el que manda. No será fácil, habrá tensión al interior del gobierno y tendrá que hablar con el Nuevo Pacto Social, ex Concertación. Vamos a tener que entendernos, no queda otra… Y habrá que hacer reformas con restricciones, manteniendo los objetivos pero graduando tal vez la velocidad y la profundidad.
—¿Reformas en la medida de lo posible, eso?
—Tú lo dijiste, menos mal… Es un buen concepto.
—¿Entonces, ahora el presidente verá que otra cosa es con guitarra?
—Cuando uno toma decisiones siempre es más difícil; a veces implican costos, pero los que nunca han tenido que decidir, por definición nunca se han equivocado. Boric tendrá que aprender a caminar por la ruta de lo posible, sin renunciar.
—Usted fue el único del PPD —fuera de su presidenta— que se reunió con el Presidente Boric en la Moneda chica. Entiendo que tienen cercanía, al igual que con Jackson.
—Con Gabriel en algún minuto fuimos vecinos en Valparaíso: compartimos la misma entrada a la casa, la misma llave incluso, y dentro había cuatro departamentos. Entonces conversé varias veces con él, aunque sería presuntuoso decir que somos amigos, además que tenemos hartos años de diferencia. Él me dijo: vente a conversar, y acepté encantado, cómo no, si me invitó el presidente electo y fui de los pocos parlamentarios a los que convocó. Y lo encontré bien, inspirado. Le deseo lo mejor, y espero que él y su coalición tengan la capacidad de entenderse con el resto de las fuerzas progresistas.
—Por lo que se supo, uno de los temas que conversaron fue cómo encauzar las expectativas sobre su gobierno…
—Claro, y que por eso es bueno fijarse metas abordables y una de ellas es la reforma tributaria. En 6 o 7 meses puede hacerla. Y luego está la reforma de pensiones que, si uno se aboca y los congresistas se abren a entendimientos, la puede sacar en un año. Y luego también sería urgente abordar la delincuencia, la violencia en la Araucanía y acompañar el proceso constituyente porque el tiempo pasa volando y ya vamos a estar frente al plebiscito.
—Sobre la reforma tributaria, ¿cuáles debieran ser las prioridades si se pretenden ingresos adicionales del 5% del PIB en 4 años?
—Para empezar, hay que hacer un equilibrio distinto en lo que son impuestos directos e indirectos. También aumentar la carga tributaria, que es baja para nuestro nivel de desarrollo. Repensar si el sistema integrado, que es el que tenemos, es el más adecuado. Porque no distingue entre personas naturales y jurídicas. En otros países el esquema está diferenciado; las empresas pagan un impuesto y hay un mecanismo distinto para las personas. Pero esto no se hace en unos meses, requiere de gradualidad y también el voto favorable del Congreso, hay que ponerse de acuerdo.
—¿Cómo ve a los empresarios y el peso que podrían ejercerle al gobierno?
—Cuando se hacen cambios estructurales profundos, afectas intereses. He hablado con empresarios y colegas de derecha, y el discurso es que hay que abocarse a reformas estructurales que van a generar dolor, do-lor (repite). La clase política tuvo una reforma estructural cuando en el segundo gobierno de Bachelet se decidió llevar a cabo la reforma electoral. Nosotros sabíamos, lo dijimos, que implicaría el surgimiento de otras fuerzas políticas que tendrían representación parlamentaria, y que crecerían a costa de las que ya estaban, más respecto de la centro izquierda, y así fue. Eso nos dolió. Cuando se limitó la reelección en ambas cámaras, también se afectó un interés, pero dada la crisis que se vivía, había que dar una señal. Ahora los empresarios y la derecha deberán decidir si facilitarán una transición de reformas necesarias, que les significarán menos influencia y poder, pero tiene que haber una disposición a entregar. Recuerdo que para las protestas estudiantiles de 2011, estuve en una reunión donde participó Jovino Novoa, entonces presidente de la UDI. Ahí planteé mi preocupación por empezar a hacer reformas más profundas, porque sentía que desde el movimiento de los pingüinos de 2006 hasta el movimiento de 2011 habían pasado 5 años y eso generaba una presión sobre el sistema político y en la toma de decisiones; era señal de que algo no estaba funcionando. Y Novoa me dijo: “Ricardo, puedes tener razón, pero el sistema aguanta un vuelta más de tuerca”. Y ya sabemos lo que pasó… Por eso este gobierno es tan importante y repito: no juguemos con las expectativas de los chilenos.