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La batalla central de Atilio Andreoli

El reconocido sastre, quien vistió a figuras como Ricardo Lagos, al economista Andrés Velasco o al arquitecto Matías Klotz, lleva 25 años luchando contra la destrucción del casco histórico de Santiago: “Este es un deterioro que no es solo urbano, tiene que ver con el alma de las personas… Hay una descomposición estética que también es ética”. Además, repasa la gestión de los últimos alcaldes y es lapidario con los candidatos por Santiago.

(Entrevista publicada el 27 de abril de 2024 en revista Sábado. Fotos: Felipe Baez, gentileza de El Mercurio).

El departamento de Atilio Andreoli, en la esquina de Ismael Valdés Vergara con Diagonal Cervantes, resplandece bajo la luz del mediodía en una jornada calurosa de otoño. En el piso siete, con una terraza que va de oriente a poniente, enmarcada por plantas donde destacan olivos, pitosporos e incluso un quillay, aparece entre los claros un Santiago atestado, ruidoso por el ajetreo de las micros y los numerosos vendedores y puestos de comida en el puente de La Paz.

Andreoli reside en el sector hace 31 años y ha sido testigo de las transformaciones del casco histórico de la ciudad. En su teléfono guarda decenas de fotos de esos tiempos, con el cerro San Cristóbal despejado y la Virgen dominando esta parte de la ciudad; imágenes de la Estación Mapocho con calles arboladas e innumerables micros amarillas. Justo abajo, la plaza del monumento de los Héroes de Iquique, limpia y verde. Pero el panorama cambió radicalmente y, donde antes hubo pasto, se instalaron carpas… “Hoy, en el monumento se cuelga ropa y hasta lo usan de baño público”.

Andreoli guía hacia el balcón e indica la plaza: “¿Ve ahí? Está saliendo pastito. Ahora hay un solo ruco, como les dicen ahora. Pero mañana pueden aparecer tres y, en una semana, cinco. Esta es una lucha constante que estoy dando con la dirección de seguridad del municipio, con la que estamos permanentemente conectados por WhatsApp”.

Según este sastre, que en su momento llegó a vestir a figuras como el presiden- te Ricardo Lagos y al exministro de Hacienda Andrés Velasco, la destrucción urbana de la ciudad no es reciente. “Comenzó hace muchos años, con el alcalde Jaime Ravinet (el primero tras el retorno de la democracia), que empezó a entregar permisos tras permisos de construcción; esto provocó que, donde antes vivían 15 o 20 familias, pasaran a vivir 600… Luego vino el señor Lavín, que siguió dando permisos y además vendió los derechos de gratuidad del uso del agua potable de nuestra comuna a Aguas

Andina por 6.500 millones de pesos. Y pretendía construir el edificio más alto de Sudamérica en la Estación Mapocho. Todo era hacer plata, plata, plata… Así, el casco histórico se convirtió en una isla cercada por edificios en torno a la Catedral, La Moneda, el Banco Central, el Mercado, la estación de trenes, el Congreso, los Tribunales de Justicia, y que son parte de nuestra alma republicana. Empezamos a perder el horizonte, que era lo más lindo que teníamos, y el casco histórico se transformó en un lugar donde no hay sol, con problemas serios de estacionamientos y, lo más grave, un deterioro que también está en el alma de las personas… Hay un mal gusto generalizado, una descomposición estética que también es ética, porque ambas son indisolubles. Es como con el amor: si no es bello, no existe. Los seres humanos necesitamos belleza; sin ella la vida se hace infinitamente más difícil”. Y reflexiona: “¿Qué costaría iluminar nuestros edificios más importantes desde el atardecer hasta la 01:30 de la madrugada, cuando los turistas y todos ya nos hemos ido a dormir? Eso es be-lle-za. Y la belleza trae seguridad, porque va de la mano de la limpieza, de que existan personas que resguarden el lugar y cámaras… Parece que se olvida que Santiago es, junto con Valparaíso, las Torres del Paine e Isla de Pascua, de los lugares más visitados por los turistas que vienen a Chile, y lo tenemos que cuidar”.

Cuando llegó a al sector, Andreoli ya era un reconocido sastre, famoso por vestir a figuras del mundo político, empresarial, cultural e intelectual, a quienes se les solía ver en su atelier del edificio Manantiales, en la esquina de Isidora Goyenechea con Augusto Leguía. El diseño interior fue obra del arquitecto Matías Klotz, otro de sus clientes y amigos. Hoy, en la que fue su tienda, hay un local de helados franceses. “Lo digo con mucho respeto, pero nunca he ido; me moriría de pena…”. En su decisión de colgar las tijeras y vender este icónico lugar pesó, entre otros factores, la extinción de las escuelas de oficios. “Quienes mantenían la tradición, fueron desapareciendo y los más jóvenes no estuvieron dispuestos a dedicarse mucho tiempo a este trabajo. Los clientes tampoco querían esperar más por un traje —porque hoy todo se trata de correr y llegar primero— y se fueron por marcas más llamativas, como Armani, Boss”.

Siguió dando fiestas y recepciones en la “casa Andreoli”, como llama a su departamento, entre un círculo acotado de amigos, todos conocedores de su batalla personal contra las transformaciones que paulatinamente fueron afectando el casco histórico de la ciudad. En su teléfono están los contactos de casi todos los alcaldes que han pasado por la comuna, como también algunos de los ministros de Vivienda, Interior y Transportes de los distintos gobiernos, como también de abogados y periodistas. “Varios alcaldes han aceptado mi invitación de venir a tomarse un café y les he contado de los problemas que suceden acá”, afirma.

Foto Felipe Baez, gentileza de El Mercurio.

La primera batalla de Atilio Andreoli fue por los tajamares que aparecieron tras las obras de los estacionamientos subterráneos en Recoleta con la avenida Cardenal García Caro. “Desde mi departamento fui viendo cuando empezaron las excavaciones y apareció esta maravilla. Tienen que haber sido unos 200 metros lineales de muros que antes contuvieron el río Mapocho, desde la Colonia. Todo lo que peleé para que no los echaran abajo; hablé con cuanta autoridad pude, pero no hicieron nada y los destruyeron”.

Una nueva contienda vino con la construcción de dos descomunales torres en avenida Santa María con Recoleta, que terminaron tapando el cerro y la Virgen del San Cristóbal. “Vimos de qué forma podíamos ir en contra de la construcción… Hablé con el contralor Ramiro Mendoza; la ministra de Vivienda, Patricia Poblete; la curia de Santiago, y hasta con el abogado de la inmobiliaria, Fernando Barros Tocornal, que era mariano. A la causa se sumaron el abogado y actual decano de Derecho de la Universidad de Chile, Pablo Ruiz-Tagle, y el entonces sacerdote Rodrigo Tupper. Pero no había nada que hacer, ya estaba todo firmemente amarrado; se construyeron dos torres de 80 metros de altura cuando el máximo era de 48. Es triste, porque nos arrebataron un patrimonio que es de todos los chilenos, como es reconocer dos hitos geográficos propios de la ciudad y, para los creyentes, una referencia religiosa. Antes, cuando las personas salían de la Estación Mapocho o del Mercado Central, podían ver y orientarse gracias a esta imagen ma- ravillosa, pero hoy incluso desde arriba tampoco es posible tener una vista total de la ciudad… Así, los chilenos hemos ido perdiendo identidad; los monumentos representan nuestro pasado, ahí están nuestros orígenes y definen lo que somos…”.

“Felipe Alessandri es el único personaje de derecha por el que he votado. Lo conozco desde cabro, soy su amigo. Como concejal, hizo un trabajo importante y sus dos primeros años fueron muy constructivos. La Plaza de Armas estaba preciosa, pero luego vino la revolución de octubre, o la antirrevolución, con la destrucción total. Tengo videos de acá abajo de mi edificio, con siete individuos drogados, fuera de sí, rompiendo los semáforos, los paraderos, incendiando los contenedores de basura y doce carabineros parapetados a 50 metros, sin actuar. ¡Doce contra siete! ¿Acaso tenían miedo?

—¿Qué cree usted?

—Pienso que tenían órdenes de no actuar. Y continúa:

“En ese momento, el ministro del Interior era el señor Chadwick, de los amigos de Felipe, pero él mismo me contó que no le contestaba el teléfono y que lo dejaron solo; lo vi llorar, desolado… Los estallidos son algo recurrente en la historia del mundo y pueden seguir pasando acá en Chile, pero una cosa es que no queramos más AFP y otra es destruir las iglesias, las plazas, nuestro mobiliario urbano. Hay una falta de educación y cultura de la que no tenemos vuelta.

—Con la pandemia, ¿qué pasó?

—Se aceleró el desastre y se fue llenando de carpas que no tenían ninguna relación con lo que yo veía hacía 30 años, como el pordiosero, la señora viejita o el curadito sin hogar. Acá abajo, conocía a las prostitutas que ya eran como mis tías y nos saludábamos. Pero apareció la prostitución extranjera, mucho más violenta… En las carpas se veía un verdadero intercambio de gente que entraba y salía; personas que entraban mochilas y salían sin ellas, seguramente delincuentes. También llegaban mujeres extranjeras peleándose a grito pelado con los peores insultos. Hasta se hacían asados. Transito mucho por el Puente de La Paz, pero a veces no se puede andar por la cantidad puestos, las cocinerías donde se preparan frituras, que van dejando manchas de grasa en el pavimento. Entonces, no podemos decir que to- do esto se debe a la migración o la crisis habitacional; acá hay gente que se aprovecha de un drama terrible para realizar sus “negocios”.

—¿Qué ha pasado con la seguridad?

—Mis rutinas no han cambiado. Sigo saliendo a hacer mis compras al Mercado Central o a la Vega. Voy muy atento y no me ha pasado nada. Pero también hay mucha ingenuidad, sobre todo de turistas y de los propios chilenos que andan con la mochila colgando o el celular en la mano.

De la alcaldesa Irací Hassler, observa: “Ella se dio un baño de realidad; salió de la cápsula política que impone el PC y una mirada ideologizada que la llevó a entregar indiscriminadamente permisos para comerciantes, como si no hacerlo atentara contra el derecho al trabajo o contra el mismo pueblo. La seguridad tampoco ha sido el fuerte de la izquierda. Yo estoy por poner militares en la calle, aunque con un rol disuasivo, tal como ocurre en Milán, Florencia, Roma o Madrid, donde tienen a la guardia nacional. Pero acá todavía seguimos discutiendo si se puede o no”. Del hoy candidato Aldo Duque (independiente) dice tajante: “Es un chiste”.

—¿Qué opinión tiene de Mario Desbordes que esta semana entró en carrera por Chile Vamos?

—Es un personaje un poco más complejo. Tiene alma de mártir, de los que siempre está dispuesto a renunciar a algo en pos de un bien superior. Siempre está disponible para el martirio, no ve que fue carabinero.

—¿Le parece un buen candidato?

—Sí, es más cercano, pero eso no lo hace una buena carta para Santiago.

—Después de escucharlo hablar y su cercanía con el mundo del poder, ¿pensó en algún momento ser candidato a alcalde o a concejal?

—Me lo han ofrecido de todos lados, desde hace por lo menos diez años. Pero no. Yo, feliz puedo asesorar, pero eso es todo.