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Evelyn Matthei: «Es momento de jugar en equipo»

La figura política mejor evaluada en las encuestas analiza el estado del país adportas del plebiscito constitucional de este 4 de septiembre y desclasifica episodios clave
de su historia. ¿En carrera para la Moneda? “No estoy dispuesta, bajo ninguna perspectiva, a empezar a creerme el cuento ahora”. La alcaldesa admite que en caso de ganar el Rechazo, liderará un tercer texto constitucional.

Entrevista Lenka Carvallo Giadrosic. Fotos Bárbara San Martín.
Producción y styling Gabriela Cordero Maquillaje y pelo Eva Tangol
Agradecimientos Fundación Cultural de Providencia

Por Lenka Carvallo Giadrosic

“SOY FUERTE, HE AGUANTADO MUCHAS COSAS EN MI VIDA”, sostiene Evelyn Matthei Fornet, alcaldesa de Providencia reelecta, mujer con una extensa
carrera política y protagonista de distintos momentos de nuestra historia
reciente, con momentos altos y bajos.

–¿Se ha deprimido alguna vez?
–No, eso gracias a Dios no lo he sentido nunca… Bueno, obviamente
que a veces me he sentido abrumada, triste. Pero nunca he tenido que
tomarme una pastilla.
Evelyn Matthei se ve relajada, casi zen. “Me ha hecho muy bien la
alcaldía”, comenta sobre esta suerte de refugio que ha significado el
Palacio Falabella, en el corazón de Providencia, su domicilio actual luego
de a lo menos tres décadas en las que ha sido diputada, senadora,
ministra de gobierno, candidata presidencial de la centroderecha (oficial
y también frustrada). Sin duda una protagonista ineludible de su sector.

–En una entrevista dijo: “hace tiempo entendí que mi felicidad no
podía depender de la política”.
–Así es.

–¿Hubo un punto de quiebre?
–No, es la vida y lo que vas aprendiendo. Decidí que iba a tratar de
hacer bien lo que me tocara. Gocé la época en la que fui profesora de
matemáticas (cuando tras perder ante Michelle Bachelet en el 2013,
dejó brevemente la actividad política). En ningún momento me sentí
menos importante que cuando fui senadora, ministra, excandidata. Me
dediqué a eso con todo mi cariño. Esa es la única forma sana de vivir.

–¿Qué pasó con la intensidad?

–¡Ahí está todavía! (ríe a carcajadas). El día que la pierda es porque
ya no sirvo. Soy exigente con los demás y conmigo misma, pero tengo
la capacidad de escuchar, algo que se consigue con la edad y la
experiencia. Tengo 65 años, ¡algo tengo que haber aprendido!

–¿Cuál es su estado en estos momentos de tanta tensión social
y política? Va quedando menos para el plebiscito de salida.

Suspira:
–Es muy raro, pero estoy optimista… Si hace dos años y medio dije
algo así como “Chile se jodió” (en una entrevista a fines de 2019, luego del estallido social), hoy, en cambio, cuando mucha gente está pesimista, yo estoy súper motivada.

–“Chile se farreó la oportunidad de lograr ser un país desarrollado”, dijo en esa vez… ¿Las cosas están mejor?

–No dudo que tenemos problemas gravísimos en cuanto a seguridad pública, inflación, falta de credibilidad en las instituciones… Pero muchas
veces, cuando los problemas son tan graves, surge lo mejor de las personas y
veo disposición a querer ponernos de acuerdo en cuál es el país que queremos
construir en 20, 30, 40 años… Las crisis que se han juntado, donde no hay
salidas fáciles, pueden traer lo mejor de Chile y la capacidad de sentarse con
seriedad a conversar sobre nuestro futuro. En momentos duros como este
emerge siempre lo mejor nuestro y eso me llena de esperanzas.

Espera un momento y agrega:
–Entonces, así como hace dos años y medio se me puso una nube
negra encima, en este momento siento que Chile tiene una oportunidad.
Desde la política tenemos que imponer una visión de una sociedad más
equitativa, con más oportunidades, más respetuosa de los que piensan
distinto y siento que empieza a instalarse la posibilidad de conversar. Dios
quiera que no me equivoque porque son señales muy incipientes, pero las
noto. Es lo mismo que sentí cuando fui diputada, en el primer y segundo
Congreso (en la Transición, a comienzos de los 90). Reinaba la conciencia de
que estábamos en un momento delicado de la historia y había que ser especialmente responsables, pero después eso se empezó a perder y hubo cada
vez más charlatanería, gente que no sabía de qué estaba hablando, acusaciones constitucionales por doquier, como si fuera un deporte.

–En una entrevista dijo que había que ayudar al gobierno a que le fuera bien porque, de lo contrario, sería el país el perjudicado. Pero en los sectores duros de su sector, Republicanos lideró una fallida acusación constitucional contra la ministra del Interior, Izkia Siches. ¿Valía la pena?
–Me pareció una insensatez; no tenía sentido. Puedes decir si es buena o mala ministra, cada uno tendrá su opinión, y en una democracia siempre habrá distintas visiones, algunas muy duras de lado a lado. Lo importante es que exista sensatez y la búsqueda de acuerdos. No hay que caer en el juego de los extremos.

–¿Qué evaluación tiene de Izkia Siches, a todo esto?
–Mala. Evidentemente no tiene las competencias necesarias para el cargo. Para ser ministra del Interior hay que tener ciertos conocimientos, habilidades, contactos… No es nada fácil estar ahí. Ella misma dijo en una entrevista que no estaba lista para ser Presidenta de la República… Bueno, ser ministra del Interior
es lo más cercano a ser gobernante.

–Desclasifiquemos: usted estuvo a punto de ser ministra del Interior tras el estallido social, luego de que el expresidente Piñera pidiera la renuncia de buena parte de su gabinete. La sondeó para ese cargo. ¿Qué pasó?
–Sí, es verdad… Mucha gente cree que le dije que no, pero no fue
así. Acepté, pero había ciertos temas que despejar y no hubo tiempo.

–¿Sobre cuán empoderada iba a estar por parte del Presidente?
–En parte… Cuando uno asume un rol como ese, sobre todo en
momentos tan difíciles, quieres saber básicamente si vas a tener una voz
importante en la toma de decisiones, porque estás poniendo mucho en
juego, partiendo por toda tu familia. Además, yo tenía mis convicciones
y lo peor que le podía pasar al Presidente, al Gobierno, a Chile y a mí era
que, a los dos días de asumir, me fuera. Esas son algunas de las cosas
que pesaron. Y, en cuanto a la alcaldía, había que ver cómo se hacía la
renuncia, quién asumiría, en fin, muchos temas que había que despejar.
Pero no hubo tiempo, el Presidente tomó otra decisión (Gonzalo Blumel)
y a mí me pareció correcta.

–Su camino como candidata presidencial también ha sido bien accidentado… La tiraron a los leones en 2013 cuando Pablo Longueira bajó su candidatura por el sector. La echaron a competir contra el tiempo…
–Y con nada de plata (ríe).

–Con una candidata como Michelle Bachelet, que ya tenía la carrera hecha.
–Así es… Pero bueno, eso es lo que me tocó. Nunca he sido de las
que llora o se queja. Así es la vida y estoy feliz en lo que hago. Hoy soy
alcaldesa probablemente de la mejor comuna de Chile. No me quejo, no
me duele, no estoy amarga.

–Reconocerá eso sí que el trato que ha recibido de su sector, de la UDI particularmente, tampoco ha sido el mejor.
–Eso es así y se los he dicho de forma muy clara, pero nunca me dejo
llevar por la rabia o el despecho… Al final (dice mirando fijo), si tú de verdad estás en esto, es porque quieres un país mejor y no puedes andar
llorando por lo que te dieron o te dejaron de dar. No es congruente.

–Sigamos desclasificando: ya pasó un año desde las primarias de la derecha donde fue elegido Joaquín Lavín. Usted había anunciado que competiría, pero luego tuvo que bajarse… ¿Qué pasó?
–Me tuvieron miedo.

–¿Quién?
–El otro candidato, ¡obviamente! (Ríe con ganas).

–¿La presionaron?
–Sí, y no hubo nada que hacer. Así es que traté de actuar con la mayor dignidad posible y me retiré; sentí que eso era lo que correspondía.

–Seguramente pesó ser mujer dentro de la derecha, ¿o no?
–¡En cualquier parte pesa, dentro de la izquierda igualito! Y en las
empresas, en la prensa, en las universidades, dime dónde no.

–Luego de unos meses Lavín se declaró “socialdemócrata”. Usted no se aguantó y nuevamente quiso ir a la pelea… ¿Cómo fue?
–Siempre he creído que hay que ser muy cuidadoso con ese tipo
de declaraciones porque después tus palabras te persiguen… Claro,
en la vida y en la política uno a veces tiene que decir cosas que son
impopulares, y en mi caso me han perdonado varias; en algunas he sido
ofensiva, en fin, miles de cosas, pero es preferible decir algo impopular
pero creíble, a posar de algo que no eres.

–¿Hubo personalismo de parte de Joaquín Lavín?
–Una de las mayores virtudes que tenía la UDI, de sus mejores activos, era su disciplina interna. Recuerdo que cuando ellos recién estaban
empezando y yo estaba en RN, solo eran 13 diputados, pero parecían el
triple, y eso era por su enorme disciplina interna; tomaban una decisión
y todos apechugaban. Pero perdieron esa camaradería. Ese fue el peor
daño que ocasionó el estilo de Joaquín.

–Después la UDI terminó apoyando a un candidato que venía por fuera, José Antonio Kast, no a usted que ya había levantado la mano varias veces. ¿Habría sido menos polarizada la elección de haberle tocado competir contra Gabriel Boric?
–Fue el resultado de las decisiones que se tomaron; (Kast) fue un producto que no era el mejor para Chile y es justamente de eso de lo que hay que salir. Este es el momento de encuentros, de escuchar, de soñar con un Chile en el cual nuestros hijos y nietos puedan vivir tranquilos.

–Está hablando como candidata. Hoy es la figura mejor evaluada en las encuestas, más allá de la derecha incluso. ¿La tercera es la vencida?
–Estamos en un momento en el que hay que concentrarse nada más
que en Chile. El que empieza a pensar en cómo se posiciona, se traiciona. Estamos en una crisis muy grave en lo social, político, económico,
de seguridad… De verdad estamos muy mal. Y en ese sentido creo que
los únicos que tendrán cabida son los que realmente piensen en Chile
y no en sí mismos. Eso puede significar que hagas o digas cosas que
te lleven a caer en las encuestas y mala pata, es lo que te tocó. Pero
no estoy dispuesta, bajo ninguna perspectiva, a empezar a creerme el
cuento. Faltan tres años y medio; en ese minuto hay que empezar a ver
en qué ánimo está el país y quién es la mejor carta. Hay que construir
todo lo que se pueda para que el país esté en el mejor ánimo posible.
Prefiero mil veces que otro sea presidente, pero con un país que tenga
futuro, a estarme candidateando con uno destruido. No va conmigo.

–Pero pareciera que ya tiene listo un comando de mujeres power: la exsubsecretaria de Salud Paula Daza, la exsubsecretaria de Prevención del Delito Katherine Martorell y las exministras Karla Rubilar y Gloria Hutt… Se están juntando harto.
–Es un grupo bien encachado (sonríe). Pero quiero ser bien clara:
Karla perfectamente podría ser candidata, lo mismo que Paula Daza y
Gloria Hutt. Lo que quiero decir es que este no es el minuto de andarse
codeando o posicionando. Sería un tremendo error. Es el momento de
jugar en equipo, no solo en nuestro sector sino con personas, instituciones y partidos que han estado durante mucho tiempo en la otra vereda.
Ante una situación tan grave como la que vivimos, tenemos la obligación
de, efectivamente, sacar al país adelante.

–Ya, pero hoy las mujeres se han convertido en un valor clave en la política. No por nada armó este equipo…
Interrumpe:
–Somos un grupo de personas que nos queremos; nos tenemos
lealtad, nos admiramos, pero que cualquiera podría liderar. Y no es un
equipo mío, para nada.

–¿Cómo llegaron a reunirse entonces?
–Con Karla nos conocemos hace mucho tiempo. Me tocó conocer
a su mamá y ella recién era diputada electa cuando yo era senadora;
me encantó que fuera médico y una mujer con muchas convicciones.
A Katherine Martorell la conocí acá en el municipio (hoy está a cargo de
la seguridad en Providencia). Cuando la veía me parecía muy jovencita,
pero cuando me junté con ella me llamó la atención su conocimiento
sobre los temas de seguridad pública y empezamos a entablar complicidades, ayudas mutuas, etcétera. A Paula Daza la conocí durante
esa candidatura tan corta que me tocó (ríe) y ella tuvo la grandeza de
ayudarme a hacer el programa de salud. Y luego, en un momento tan
difícil de la pandemia, siempre la vi con esa calma, con ese señorío e
inteligencia. A Gloria Hutt la conocí en San Antonio, cuando era gerenta
del puerto pesquero y yo diputada. Con cada una de ellas he tenido
distintas trayectorias. Somos un grupo de amigas que nos queremos y
si alguna de ellas pudiera ser candidata, la apoyaré.

–¿Se juntan a tomar un trago o a comer de vez en cuando?
–A veces, aunque nunca podemos estar todas. Hasta ahora hemos
estado en la casa de Gloria, Paula y la mía. Otras veces salimos a
almorzar.

–Recuerdo una entrevista en la que dijo: en la política no hay que tener amigos.
–Pero amigas sí (ríe con ganas).

Más seria, añade:
–Es más fácil que se mezcle la amistad cuando no hay una relación jerárquica, como es nuestro caso. Yo estaba en la municipalidad cuando Paula
era subsecretaria de Salud, Gloria ministra de Transportes y Katty estaba
en la subsecretaría de Prevención del Delito. Así es mucho más fácil ser
amigas. Pero cuando te traes a trabajar a una amistad, es súper complicado porque esa persona puede rendir bien o no. En algún momento puedes
tomar la decisión sacarla de donde está y hasta ahí llega la amistad.
Dirigiendo la vista al gabinete del presidente Gabriel Boric, observa:
–En su equipo hay muchos que llegaron ahí por una amistad muy cercana con él. Entonces pucha que es difícil tomar la decisión de hacer un cambio de gabinete, por mucho que este sea necesario o positivo. Se empiezan a mezclar las situaciones humanas que son súper dolorosas.

–Le pasó a Sebastián Piñera con Andrés Chadwick, que además era su primo…
–¡Terrible! Y también con Rodrigo Hinzpeter.

–Ya que estamos en esto, ¿cómo evalúa el desempeño del gobierno de Gabriel Boric y de su gabinete?
–A Giorgio Jackson, el ministro al que le toca trabajar con el Congreso
(dice por el titular de la Secretaría General de la Presidencia), se le está haciendo muy difícil su función y será cada vez peor. Dudo que logre dialogar
y generar las confianzas necesarias en el Congreso para sacar adelante
reformas importantes. En cambio, sí veo a Marcel. A él todo el mundo lo
conoce; es predecible; sabes que lo que está diciendo en verdad lo cree y
ha sido consistente a lo largo de su carrera…
Continúa:
–A Izkia Siches también se le hizo extremadamente difícil. Ya nadie la ve
como ministra del Interior ni creen que pueda llevar adelante la agenda de
seguridad. Sin embargo, veo en Boric esa capacidad de ser más flexible, lo
demostró en segunda vuelta y además me parece una persona genuina. A
veces vuelve a posiciones más duras, como las de la primera vuelta, pero
es porque le tiene que hablar a dos públicos distintos… Entonces es complejo, porque el empujón inicial se lo dio la gente de la primera vuelta, que
son los más difíciles de convencer cuando hay que hacer un giro.

«Estamos en un momento en el que hay que concentrarse nada más que en Chile. El que empieza a pensar en cómo se posiciona, se traiciona».


“La Constitución que nos rige está muerta, murió el 25 de octubre de
2020 y la que proponen es tan mala que nació muerta”, señala Evelyn
Matthei. “Es un mal proyecto para Chile y por eso me he comprometido
solemnemente ante todo el mundo a que, en caso de que gane nuestra opción, entregaremos un tercer texto. Lo único que nos queda es tener una tercera
opción”.


–¿Hay responsabilidad en este gobierno y en el propio presidente Boric respecto del resultado del borrador constitucional?
–No me cabe duda. Si hubiesen querido influir para una mayor sensatez, lo podrían haber hecho, sobre todo antes de asumir en el gobierno. Ya en La Moneda
apostaron a que podrían conseguir todo lo que querían, pero cuando el resultado
se puso cada vez más dudoso, ya era muy tarde para intervenir. Eso demuestra
que nadie tiene el monopolio de la razón. La única forma de sacar adelante un proyecto es con un profundo respeto y escuchando a todos, pero eso no lo hicieron
mientras fueron oposición, tampoco estando en campaña y ya en el gobierno fue
demasiado tarde.
Reflexiona:
–Por eso es tan importante que, cualquiera sea el resultado del plebiscito, todos
estén dispuestos a conversar. Eso tiene que permear en toda la coalición. Ahora,
no me queda claro si (Boric) tendrá el respaldo de su gente, en especial del PC.

–¿Cuál sería el impacto para el gobierno si pierde el plebiscito?
–De todas formas, será visto como una derrota. Ahora, igual Boric puede salir
jugando, mostrando una propuesta al día siguiente. Un plan B y también un plan C,
D y E. Y que la ciudadanía sea la que elija si quiere que la nueva Constitución la escriba una comisión de expertos, que se haga sobre lo que se recopiló con Michelle
Bachelet o bien que sea el Congreso el que se encargue. Mi impresión es que
esto lo va a tener que resolver la ciudadanía. Pero seamos claros en que
ninguna de las instituciones actuales goza de mucha confianza para los
ciudadanos y hay que buscar una forma que dé garantías a la ciudadanía.

–¿Pero qué garantías ofrece su sector tomando en cuenta que en los últimos 30 años se opusieron tenazmente a un nuevo texto? Incluso el candidato presidencial, José Antonio Kast, estuvo por el Rechazo.
–Tengamos claro que en otras ocasiones aprobamos reformas
constitucionales bien grandes; esta imagen de que siempre nos
hemos opuesto no tiene sustento. Cuando estaba el Presidente Lagos se hizo un esfuerzo muy grande. Yo estaba en el
Parlamento y fue una reforma enorme. Muchos creían que con
eso bastaba… Pero ha faltado la disponibilidad para sentarse a
pensar en qué país queremos construir. Siempre he sostenido
que, sin grados razonables de equidad, no tendremos paz