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Blanca Viera: Las batallas de la hermana de Gervasio

A mediados de febrero, a casi 35 años desde la muerte del cantante uruguayo, el Primer Juzgado de Letras de Talagante marcó un vuelco en la causa al modificar la carátula de la investigación de suicidio a homicidio. Detrás de este paso está la persistencia de Blanca, la hermana menor del artista, quien en 1990 vino a visitarlo por un mes y terminó quedándose. Ella y sus abogados descartan un móvil político. Para Blanca, su asesinato tiene que ver con razones personales. Y agrega: Este es el primer paso. A mí ya no me interesa llevar preso a nadie porque todo prescribió, pero el castigo social es peor. Quiero saber quién dio la orden. En el camino, dice que perdió a toda su familia: Mis hermanos no me apoyaron.Mi madre y mis sobrinos creían que yo era la tía loca. Ahora de a poco están volviendo.

Por Lenka Carvallo Giadrosic para Sábado.

Foto: Sergio Alfonso López, gentileza de El Mercurio.

29 de marzo 2025.

Blanca Viera nos recibe en su casa en un tranquilo condominio en la comuna de Machalí. Es un espacio pequeño y acogedor, decorado con cuadros de su autoría y cuarzos de Quinchamalí, reflejo de su actividad como maestra de reiki. Aquí llegó hace cuatro años con su actual marido, Fernando Goreux, tras vivir más de una década en Laguna Verde. La delincuencia y la inseguridad, dice, los trajeron a este lugar de la Región de O’Higgins. «Puedes salir a caminar de noche y no pasa nada», cuenta.

A sus 65 años, pelo rubio, ojos pequeños, con el acento de su natal Uruguay, Blanca cuenta que llegó a Chile procedente de Buenos Aires, donde vivía con sus dos hijos y su marido uruguayo. La idea era pasear durante un mes y reencontrarse con su hermano regalón después de casi una década sin verse. Pero la historia -que ella misma relata por primera vez en una entrevista- llevó a que su estancia se fuera alargando, sobre todo después del 28 de octubre de 1990, cuando Gervasio fue encontrado colgando de una viga en una casa en ruinas en Talagante. Tenía 42 años. Para ganarse la vida y pagar un abogado, Blanca cuenta que hizo «de todo un poco»: vendió empanadas, pan de Pascua, tejió manteles de crochet, trabajó en un negocio de calzado. En un comienzo, con su marido arrendaron una pieza. Después se trasladaron a un departamento sencillo en la calle 5 de abril. «¿Qué más íbamos a hacer? No podíamos dejar a Gervasio solo y después de su muerte tenía el deber de quedarme y limpiar el nombre de mi hermano. Decidimos traer a los niños: el menor tenía 12 y el mayor 14. Ellos terminaron su educación acá en Chile». Años después, su marido falleció de cáncer y ella se volvió a casar, con el chileno Fernando Goreux. «Una amiga le habló de mí porque quería preguntar sobre la salud de su madre y llegó a verse el tarot conmigo».

Hoy, luego de 35 años en nuestro país, Blanca tramita su nacionalidad chilena.

«Con Gervasio siempre hablábamos; teníamos una relación muy especial. Conversábamos de todo, a calzón quitado. Él era mi hermano regalón», cuenta la menor de los cinco hermanos Viera Rodríguez.

Gervasio llevaba ocho años en Chile y era un cantante famoso, popularmente conocido después de ganar la competencia internacional del Festival de Viña del Mar (1983) con la canción «Alma, corazón y pan». Pero en 1984, ya convivía con la modelo Mónica Aguirre, con quien tuvo cuatro: Yanara, Nahuel, Millaray y Lincoyán , cuando fue denunciado por violación. La supuesta víctima era una joven de 20 años. Diez meses después el cantante fue sobreseído. En 1986 fue acusado nuevamente y en 1988 se sumó una tercera denuncia. En todas ellas fue absuelto por falta de pruebas. El 5 de marzo de 1990 Gervasio se encontraba en la Penitenciaría de Santiago, acusado de una cuarta denuncia, por violación y abuso sexual infantil -a una menor de 16 años-, cuando Blanca Viera llegó de visita a Chile. Estuvo preso 52 días y salió en libertad bajo fianza.

«En mi familia no teníamos idea de lo que estaba pasando; en las cartas siempre le decía a mi mamá que todo estaba bien y le mandaba fotos de los niños. Nunca nos contó sus problemas, no le gustaba. Recién cuando yo venía atravesando la cordillera, vi un diario que decía: «Gervasio en pista pesada» (dice por una portada de La Cuarta). En qué se habrá metido este loco, pensé, capaz que esté corriendo en carreras… Abro el diario y me entero de que estaba preso, acusado por violación y que era una menor. Se me oscureció todo. No entendía qué pasaba. Mi hermano nunca tuvo antecedentes en Uruguay ni en Argentina, donde vivió un año. Tampoco sabía que él estaba metido en política, aunque lo suyo era igual a lo que hacían muchos artistas por aquella época. No era motivo para que lo persiguieran y lo mataran», dice Blanca sobre la participación de Gervasio en distintas actividades en pro del retorno de la democracia a fines de la dictadura y en los primeros días de la transición.

«Llegamos cerca de las 11 de la noche a Canal 13 porque perdí su dirección en el viaje, no tenía cómo ubicarlo. Me miraron como un bicho raro. Al día siguiente volví y les pedí que al menos me indicaran cómo llegar a la cárcel. Yo no conocía Chile, nunca había venido para acá. Cuando llegamos a la Penitenciaría, me dijeron que no podía pasar, así que le mandé una nota. Él me contestó: ‘Blanquita, qué lindo que estés aquí’. Le conté que le había traído el mate de mi papá, porque él era quien se lo cebaba. Era el mismo día en que asumió Patricio Aylwin. Mi hermano iba a cantar en el Estadio Nacional. Estaba todo bien hasta que le hicieron esta denuncia», dice. «Él me dio el teléfono de la casa donde vivía con Mónica Aguirre. Cuando llamé, estaban las nanas solas con los niños y me indicaron cómo llegar a Ciudad Satélite. Una vez allá, él se comunicó conmigo desde la cárcel y me dijo: ‘Tranquila, Blanquita, confía en mí…'».

-¿Cómo estaba Mónica anímicamente?

-La veía muy poco porque en la mañana yo iba a ver a mi hermano y cuando ella volvía, yo ya estaba durmiendo (…). Él me llamaba todos los días preguntándome por ella, que dónde estaba, pero yo no tenía cómo saber porque no había celulares y tampoco podía estar preguntándole, no me correspondía. Era incómodo. Empecé a ver actitudes raras, desconfiaba de todos.

-¿Cómo era eso?

-Por ejemplo, quien se decía el mejor amigo de mi hermano, Waldo Farías, no me caía bien. No trabajaba y siempre andaba con plata. Él no me dejaba ir a ver a mi hermano a la cárcel, pero iba igual. Cuando Gervasio salió libre y empezó a cantar en el restaurante Los Hornitos de Maipú, él decidía cuándo iba yo y cuándo Mónica porque a esas alturas nuestra relación estaba quebrada, por razones de convivencia entre ambas. Él quería recomponer todo este tema familiar para que saliéramos los cuatro, él con su mujer y yo con mi marido, que hiciéramos cosas juntos. Pero mi marido había visto a Gervasio sufrir demasiado por esta relación. Y yo misma vi a mi hermano una noche llorando en la escalera porque en la calle le habían gritado que él era un violador.

-Tiene que haber sido difícil para ella, por el tipo de acusaciones que había en su contra. A lo mejor pensaba que eran verdad.

-No. Ella sabía perfectamente que no, pero creo que mi hermano era un estorbo, no solo para ella, sino que para mucha gente. Además él era muy posesivo, controlador. Incluso conmigo. Cuando éramos jóvenes, decía que si alguien quería invitarme a salir, primero había que pedirle permiso a él. Tenía un carácter bien fuerte.

Hace una pausa y continúa:

-En los siete meses en que mi hermano estuvo libre, solo pude verlo actuar una vez. Y lo que presencié esa noche, no se me olvidará jamás. En una mesa había cuatro ‘ratis’; los reconocí al vuelo porque vengo de una familia de uniformados. Ellos estaban sentados frente al escenario. De pronto, Waldo fue a conversar con ellos. Cuando le pregunté de quiénes se trataba, me dijo que eran amigos del dueño… Mi hermano desconfiaba de la policía. Mucho. Decía que lo seguían. Si yo hubiese sido su amigo, jamás se me habría ocurrido ir a sentarme a esa mesa. Todo era extraño. El mismo dueño del restorán fue quien personalmente le ofreció el trabajo en cuanto Gervasio salió de la cárcel. Ahí empecé a hilar. Mi hermano desconfiaba y me decía: Blanquita, quiero que estés atenta a tal detalle, a tal otro; haz memoria, observa, acuérdate de esto que te estoy contando… Si a mí me pasa algo… Me daba nombres, personas, lugares…

-¿Por qué él sospechaba de la Policía de Investigaciones, según usted?

-Decía que «se la tenían jurada». Cuando después del Festival de Viña lo detuvieron por primera vez, por recomendación de su abogado de ese momento, Luis Acuña, él dio una conferencia de prensa en compañía de este y de Mónica, donde contó lo sucedido con todos sus detalles, nombres de los policías, etc. Yo nunca vi completa esa conferencia de prensa, yo no vivía en Chile. Él ahí decía que estas personas se la tenían jurada como una cuestión personal. Desde entonces comenzó a tomar registro de todas sus actividades diarias. Quería dejar constancia de dónde había estado si lo volvían a acusar».

-Estaba obsesionado…

-Y cómo no, si lo acusaban de lo peor. Cuando él murió, pedí la agenda al tribunal, pero le faltaban montones de hojas y las últimas las habían arrancado -asegura-. Cualquiera pudo haber arrancado esas páginas. Puedo pensar mal de todos.

-Hubo cuatro acusaciones de índole sexual contra su hermano…

-Cuando fue la última, le pregunté: ¿Saliste con esa mujer? Porque yo veía cómo se le acercaban y hasta le metían las manos. Él me juró que no, que ni siquiera se le habría pasado por la mente. Estaba cansado. Quería volver a Uruguay. (El cantante) Oscar Andrade incluso le ofreció ir con él a Alemania. Solo tenían que levantar la prohibición para salir de Chile, nada más.

Continúa:

-Cuando estuve con el juez Lientur Escobar (el primero que tuvo la causa, del Séptimo Juzgado del Crimen), la revisamos y lo que decía una de estas mujeres fue que Gervasio le abrió la puerta del auto, la metió a la fuerza, hizo los cambios y cerró la puerta. ¿Cuántas manos tenía él? Imposible. Al final, todas terminaron declarando que las denuncias eran falsas. Hubo una que dijo que le habían pagado, pero el juez no me quiso decir el nombre porque corría peligro su vida.

Eso lo declaró el juez en el programa «Contacto» en Canal 13, en 2001. Ahí también Escobar dijo: «Me pareció curioso que al poco tiempo aparece este suicidio, que no lo creo para nada, ni técnicamente ni de ningún punto de vista». El viernes 27 de octubre de 1990, el día antes de la muerte de Gervasio, no se le olvidará jamás a Blanca Viera : «Hablamos como dos horas. Él me llamó a eso de las cuatro de la tarde y me contó que había vuelto del velorio de la abuela de Mónica y que dormiría siesta porque estaba agotado, cansado de las acusaciones. Me contó que el lunes siguiente iría al careo con la última denunciante y después quería regresar a Uruguay. Estaba preocupado, decía que lo seguían unos vehículos. Le dije que se consiguiera una pistola: ‘Defiéndete, protégete, porque en cualquier minuto vas a aparecer muerto en una zanja y van a decir que trataste de violar a alguien’. Siempre fui medio bruja. Después me culpé muchos años porque, si sabía que algo le podía pasar, ¿por qué no estuve con él todo el tiempo? El día siguiente quedamos en que él iría a nuestra casa a vernos con mi marido».

Pero el sábado 28 de octubre el cantante fue encontrado colgando de una viga en una casa abandonada, en Talagante.

-¿Cómo se enteró de que estaba muerto?

-Me llamó la mujer de Waldo Farías. No me dijo qué había pasado, solo que estaba muerto. Desde el primer momento trataron de convencerme de que Gervasio se había matado. Tanto este amigo, la cuñada y la misma Mónica insistían en lo del suicidio; ella decía que él había dejado una cadenita sobre el velador y que le había dicho que si le pasaba algo, su ropa se la donara a Marquito, que era su cuñado. Si tu marido te dice algo así, ¿lo dejarías solo? El único que me dijo que Gervasio no se suicidaría jamás fue el padre de Mónica, que lo conocía desde joven. Me dijo: ‘el Indio no lo hizo, yo lo conozco desde el año 68 y él nunca lo hubiera hecho’. Se despidió y se fue.

Sobre el sitio del suceso, Blanca da cuenta de sus observaciones: «Fue una puesta en escena. Cuando lo encontraron, llevaba un bluyín celeste muy claro, impecable pese a que se trataba de una casa de adobe que estaba abandonada. Su ropa estaba extremadamente limpia, como recién bañado; no se había ‘vaciado’ ni nada. En el cuello tenía marcas de estrangulamiento, pero el médico que hizo la primera autopsia -que estaba recién titulado- concluyó que fue suicidio, tal como lo aseguraba la Policía de Investigaciones. Cuando tras la reapertura de la causa hicimos la reconstitución de escena, el investigador jefe Gilberto Opazo, que investigó el caso con su equipo y que estuvieron desde el comienzo en el lugar donde encontraron a Gervasio -el mismo que vi en aquella mesa en los Hornitos de Maipú-, me sonreía burlón».

-¿Pero cómo se acuerda de que era él después de tanto tiempo? Han pasado muchos años.

-Tengo una memoria fotográfica. Jamás, desde que lo vi en esa mesa, se me olvidó su cara.

Su marido le trae un café. Blanca suspira y afirma:

-Después de que mi hermano murió, salí a andar por todos los lugares donde él había pasado. En este recorrido fui al restaurante los Hornitos de Maipú, hablé con el dueño y me contó que él mismo había ido al lugar donde encontraron a Gervasio el día de su muerte, a las 6 am, y que había tomado fotos. Según él, le habían avisado unos «amigos» de Investigaciones. Pero de acuerdo al expediente, a las 6 am aún nadie había visto el cuerpo de mi hermano. Él me pasó el rollo fotográfico y, al revelarlo, efectivamente en las imágenes se percibe que recién amanecía. Afuera estaba el auto de Gervasio fotografiado por todos los costados. Dentro de la casa, el cuerpo de mi hermano no estaba… En las fotos tampoco se ven policías; de hecho, en el informe sale que ellos recién se presentaron a las 11 am. Entonces, ¿cómo es posible que a este hombre le hubiesen avisado? Yo entregué esas imágenes y quedaron en la caja fuerte del tribunal, pero desaparecieron.

En 2013 Blanca Viera recibió un llamado que marcaría un vuelco en el caso. «Era Germán Santis. Me cuenta que la noche del 27 de octubre fue a buscar a su madre, que trabajaba en el restorán La Montina. La esperó afuera mientras ella terminaba su turno atendiendo mesas. En una de estas estaba Gervasio. Ella fue a despedir a mi hermano al auto, porque él le iba a regalar un caset con su música; ahí, él abrió la maleta y ella vio que dentro tenía las cañas con las que iría al día siguiente a pescar con su hijo Nahuel. Si hubiera querido matarse, no habría tenido planificado ir a pescar. Tanto Germán Santis como su madre y mi hermano Gervasio vieron un vehículo blanco estacionado con cuatro tipos adentro. Gervasio, según me contaría Germán después, se puso nervioso. Ese vehículo lo siguió. Germán llevaba años buscándome, incluso había hablado con mi anterior abogado, pero él no le dio mi número y tampoco hizo que lo citaran al tribunal. Esta declaración, junto con el informe del perito criminalista Jaime Brieba (que cuestionó la factibilidad del suicidio), fue lo que llevó a la reapertura de la causa ese mismo año».

Hasta ese punto, Blanca y su sobrino Leandro Viera, el hijo mayor del cantante de su primer matrimonio , estaban unidos en la estrategia legal. Pero luego se distanciaron. A principios de 2014, los abogados Carlos Durán y Germán Cueto asumieron la representación y consiguieron el primer hito en 25 años, cuando el juzgado de letras ordenó la exhumación de los restos de Gervasio para una nueva autopsia.

Blanca quería un médico forense independiente, pero no tenía dinero. «Con mi marido habíamos sido dirigentes sociales en Laguna Verde, por lo que éramos muy cercanos a Francisco Chahuán (hoy senador por la Quinta Región). Así que fui a pedirle ayuda. Él, delante mío, llamó a Álvaro Scaramelli (entonces presidente de la Sociedad Chilena de Derechos de Autor), quien en ese momento estaba reunido con el directorio de la SCD. Al rato, se comunicó de vuelta para decirme que ellos iban a poner el dinero».

Blanca Viera contrató al especialista Luis Rabanal, de larga trayectoria en materia forense, quien después de siete meses le reafirmó lo que ella siempre sospechó. «Hubo una incongruencia en la primera autopsia, cuando se dijo que el hueso hioides (de la faringe) de Gervasio estaba fracturado en dos partes, lo cual era decisivo para establecer un suicidio. Nuestro perito constató que este estaba fracturado en una sola parte, lo que cambió inmediatamente la causa de muerte a homicidio».

En el 2019 los abogados Durán y Cueto solicitaron el cambio de carátula de suicidio a homicidio. Seis años después, a mediados de febrero de 2025, la jueza Daniela Soto, del Primer Juzgado de Letras de Talagante, decretó la modificación.

«Se acoge la solicitud de fecha 22 de octubre de 2019, rolante a fojas 1.617, referente al cambio de carátula de la presente causa de ‘suicidio’ a ‘homicidio’ (José Gervasio Viera Rodríguez)», se lee en la resolución firmada por la jueza Daniela Soto López.

«No sabes la paz que me da -señala Blanca-. Aunque se demoraron harto…».

-¿Ha hablado con la jueza?

-No aún. Con la anterior sí, pero la relación con ella fue muy difícil; una vez me sacó de su oficina.

-¿Existen antecedentes nuevos?

-Que yo sepa, no. Pero al parecer la jueza Soto encargó nuevas citaciones. Nuestro abogado dice que ahora la causa tiene cinco tomos, cuando antes era uno solo.

-En el matinal «Buenos Días a Todos», el detective Gilberto Opazo señaló que el informe del tanatólogo Rabanal estaba errado y que la causa de la muerte de Gervasio fue por ahorcamiento suicida, tal como en la primera autopsia.

-Un policía desmintiendo a una eminencia, me parece insólito. Él está encubriendo algo, sabe muy bien quiénes mataron a mi hermano.

-¿Qué siente ahora que la causa cambió de carátula?

-Que este es el primer paso. A mí ya no me interesa llevar preso a nadie porque todo prescribió, pero el castigo social es peor. Quiero saber quién dio la orden. Tengo fe. Averiguaré por qué alguien puede llegar a matar a una persona de manera tan cruel.

Blanca Viera y sus abogados descartan un móvil político. Sostiene Carlos Durán: «Se habló de un crimen cometido por la CNI, porque Gervasio participó en la franja del No. Pero eso es ridículo. Cuántos actores y músicos participaron en esa campaña. Para Blanca y nosotros, su asesinato tiene que ver con razones personales. En un momento se habló de que un marido celoso lo mató porque se había involucrado con su mujer. Pero no es así. Hablamos de razones laborales. Hubo muchas cosas raras. Cuando Patricio Aylwin asumió como presidente, se hizo un acto en el Estadio Nacional para celebrar la llegada de la democracia. Gervasio iba a cantar en ese evento y eso iba a disparar su carrera. Pero dos días antes apareció una denuncia de abuso sexual en su contra y fue detenido. Cuando ganó el Festival de Viña (1983), a las dos semanas apareció la primera denuncia de abuso sexual. Hubo otros episodios similares. A Gervasio siempre le impidieron tomar el camino, en los momentos importantes siempre lo sacaron del medio».

-¿Cómo era la relación de su hermano con la política?

-Estaba decepcionado. Le pidió ayuda a Ricardo Lagos cuando estaba preso y él le mandó al chofer (para que hablara con él). Entonces decía: yo le servía cuando hacía campaña por ellos, todos me usaron. El día antes de morir me lo repitió. Él se quería ir para Uruguay; esperaba a que llegara el día del careo con la última mujer que lo había denunciado, que sería el 30 de octubre. Después supe que ella era hija de la empleada de la madre de Mónica. De eso se enteró el día antes de morir.

-¿Cree que Mónica sabe por qué lo mataron?

-Jamás lo va a decir. Ella ha cambiado el esquema mental de mis sobrinos; Nahuel, cuando murió su papá, me dijo: tía, no se puede haber matado porque ese día íbamos a ir a pescar juntos y tenía los tebos vivos en el maletero, recién comprados. Con el paso de los años, él fue cambiando.

-¿Cómo es la relación hoy con sus sobrinos?

-No tenemos. En el 2015 nos vimos en el cementerio cuando se hizo la exhumación. El contacto con Millaray fue cuando tenía como 17 años, y la última vez que vi a Yanara fue en la clínica, cuando nació Rafaella. Siempre era yo quien los buscaba. Ahora Mónica y sus hijos publicaron un comunicado de prensa donde cuestionan la decisión de la jueza al señalar que, «sin efectuar calificación jurídica alguna», cambió la carátula como si no hubiese existido una motivación real. Aquí ellos hablan de José Gervasio Vera Rodríguez, en ningún momento se refieren a él como su padre.

-En la carta también hablan de la «eventual tesis del homicidio». ¿Cómo lo interpreta?

-Su abogado siempre ha dicho que fue un suicidio.

-¿Sus otros hermanos la apoyaron en su búsqueda por hacer justicia?

-No. Ellos siempre dijeron que Gervasio se había suicidado. Mi mamá también lo creía. No querían por nada del mundo que me metiera; uno de ellos incluso llegó a amenazarme de venir a Chile a dejarme en ridículo en los medios. Ha sido muy duro, porque esto me alejó de toda mi familia. Ahora todos ellos están muertos. Y mis sobrinos, para quienes yo era la tía loca, ahora de a poco están volviendo.

El domingo 23 de marzo, en el programa de televisión «Primer Plano», de Chilevisión, Mónica Aguirre dijo: «No solo se debería saber la verdad. Gervasio debería haber vuelto», refiriéndose a que el cuerpo del artista lleva diez años en el Servicio Médico Legal, tras su exhumación en el 2015 desde el Cementerio Parque del Sendero de Maipú. Al ser consultada de si creyó la versión oficial de que la causa de muerte fue un suicidio, respondió que «al principio, sí», pero hoy día sí le hace sentido que a Gervasio lo mataron. Sin embargo, cree que son los abogados los destinados a hacer su trabajo.

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