Suscríbete

Gabriel Salazar: «Ahora el Presidente Boric es el gran cocinero»

El premio nacional de Historia advierte que “si (los políticos) van a organizarse con un comité de expertos, el pueblo nuevamente reaccionará desde la calle. Eso ya lo estamos viendo con los estudiantes”. Por Lenka Carvallo Giadrosic para La Segunda.

Foto de Claudio Cortés para La Segunda.

Conversación publicada el 26 de septiembre de 2022.

En su propia fortaleza, construida por centenares de libros, el académico y premio nacional de Historia, Gabriel Salazar, analiza —a veces con pasión, otras con dureza— las razones que llevaron a la estrepitosa caída de la propuesta constitucional el pasado 4 de septiembre.

Pero nada más empezar, aclara que el texto rechazado “jamás fue un proyecto de izquierda”. Y explica: “Éste nunca planteó temas como la estatización del cobre o el litio; tampoco nacionalizar las AFP y las isapres o cambiar el sistema laboral, que es peor que el que existía en el Siglo XX, por el trabajo precario. Menos aún planteó una asamblea popular. Nada”.

—Sin embargo, para muchos en las izquierdas representó un texto modernizador.

—Porque planteó una cantidad de derechos, pero fueron puros enunciados nomás. Los principales tenían que ver con el movimiento feminista, con el aborto, el agua, los DD.HH. ¿Eso quién lo discute hoy?

—Para algunos analistas el 4-S representa la mayor derrota de la izquierda desde 1990, ¿lo ve así?

—Puede ser, aunque tampoco es una victoria de la derecha.

—¿Cómo que no?

—No pues. Si leemos las cifras, ciertamente las mayores victorias del Rechazo están en las comunas populares que tradicionalmente han votado por la izquierda. ¿Qué pasó con el pueblo? No es que súbitamente las clases populares decidieran irse a la derecha y al conservadurismo. Aquí lo que hubo fue un desencuentro entre el pueblo y la izquierda, más precisamente, entre el pueblo y la clase política. De hecho, de los cinco millones extra que fueron a las urnas, el grueso era del pueblo.

—¿Entonces por qué votaron como votaron?

—En primer lugar, todas las agencias encuestadoras, incluido el CEP, ya desde el primer año de gobierno de la Concertación vienen registrando que la ciudadanía rechaza a la clase política en su conjunto; en 1991, el índice era de 51%; en 2007, del 60%; y en la CEP de julio, el 96% rechaza a los políticos y al sistema que ofrecen y administran. Se trata de una constante, algo que los historiadores llamaríamos un “proceso histórico profundo, de mediana y larga duración”. De aquí viene el origen del Rechazo; es un voto contra la misma clase política que organizó la Convención Constitucional el 15 de noviembre de 2019; cuando a la mediano- che, a oscuras, todos transpirados y nerviosos, los congresistas firmaron el llamado Acuerdo por la Paz, que de paz no tiene nada. Ahí, junto a todos los políticos, vimos a Gabriel Boric como uno de los agentes más activos.

—No obstante, todo esto sucedía mientras en las calles se vivía un clima de caos.

—Era la ciudadanía manifestándose. Y la clase política organizó eso para salvarse. En Chile llevamos 200 años de vida independiente y todavía no hemos redactado una Constitución que deje contentos a todos los chilenos o, mejor dicho, que los integre en un mismo proceso de desarrollo. Hasta hoy los políticos no saben para dónde ir. Como en el Génesis, todavía estamos en el tercer día de la creación.

—¿En qué topamos diría usted?

—Es una respuesta que hace mucho tiempo estoy averiguando.

«El pueblo concurrió (al plebiscito) sabiendo que no los van a incorporar nunca, por eso votaron al lote”.

Y expone: “Cada vez que se ha planteado (redactar una nueva Carta Magna) jamás se ha llamado a la ciudadanía a participar decidida y soberanamente. Las constituciones de 1833, 1925 y 1980, todas fueron redactadas por una minoría. Y ahora, cuando pudo producirse una asamblea constituyente (AC), soberana, controlada por la ciudadanía, los políticos corrieron para rayarle la cancha e imponer la Convención Constitucional.

—De haber tenido una AC, ¿el resultado habría sido mejor en el plebiscito?

—No sé si mejor, pero habría sido un texto legítimo. El pueblo no habría podido votar contra sí mismo. Hay que pensar que esta Convención no tuvo ninguna re- presentación de la clase trabajadora, tampoco de las organizaciones vecinales, que es donde están los pobladores.

—Se apunta a las políticas identitarias y la atomización de las causas, como parte de las razones que pavimentaron el camino al fracaso.

—Fueron puras voluntades individuales nomás, cuando lo que se requiere es de una voluntad colectiva y para eso necesitas que la gente dialogue, que deliberen y eso se logra en una AC. Ahora el pueblo concurrió sabiendo que no los van a incorporar nunca, por eso votaron al lote.

—¿Piensa que el 61% votó al lote?

—Un poco…Votó gente que no estaba ni ahí con la política.

—Pero podrían haber anulado, en cambio, las cifras de nulos y abstención fueron muy bajas...

cambio, las cifras de nulos y abstención fueron muy bajas.

—Acá lo que se produjo fue una ignorancia relativa, producto del desinterés político y de la desinformación. Y cuando más encima viene un señor y me dice: “si se aprueba el proyecto constitucional le van a quitar su casa o no va a heredar los fondos de pensiones”, porque eso circuló por todas partes, a quienes no les interesaba el proceso y que tampoco se informaron detalladamente sobre lo que se estaba discutiendo, votaron por el Rechazo. Eso fue lo que pasó.

“Muchos recuerdan positivamente el proceso constituyente de Michelle Bachelet porque los cabildos se multiplicaron por todas partes y la gente participó con mucho entusiasmo, aunque todavía no hemos podido conocer esos registros. Pero con todo el respeto que merece la Presidenta Bachelet, ella lo hizo como un juego de kindergarten. De haberlo tomado en serio, lo habría concluido en su gobierno y no dejado como herencia al Presidente Piñera, quien no estaba ni ahí. Eso le indicó a la clase popular que los políticos jamás les van a jugar limpio”.

Salazar hace una pausa y dirigiéndose al Presidente Gabriel Boric, apunta: “Ahora fue el mismo Presidente de la República el que planteó que debe ser el Congreso Nacional el que juegue un rol protagónico, es decir, no es otra cosa que un llamado para que la clase política se aproveche de esta derrota y retome el control. Creen que están solitos en la cancha para meter todos lo goles que quieran, pero se equivocaron: el mismo día (de la derrota) los estudiantes secundarios, que son los que iniciaron este proceso, se fueron a la calle diciendo: ‘Queremos una AC legítima, popular, soberana, etc.’. En mi mail recibo correos de las di tintas asambleas y cabildos a lo largo del país, para quienes este resultado fue muy fuerte. Pero siguen vivos y su consigna es ‘no queremos que nos sometan a la mis- ma cocina’. Y en este momento el mismo Presidente de la República es el gran cocinero. Esa es la verdad histórica.

“La soberanía es de la ciudadanía, no de politiquitos”

—Todas estas manifestaciones violentas, la quema de buses, ¿van a continuar? Imposible no pensar en los hechos que precedieron el estallido social de 2019.

—Empezó de nuevo. Un pueblo que lleva 200 años sin mecanismos de participación en el sistema de decisiones políticas, que no aprendió la cultura de pueblo soberano sino que se ha formado en la cultura de la calle, cuya maestría demostró con 80 estaciones de metro destruidas. Cuando además hay un cierto tipo de delincuencia que ha superado todos los estándares… Entonces si (los políticos) van a organizarse con un comité de expertos y además le imponen bordes a la Constitución, que es la idea que va a dominar, el pueblo de nuevo reaccionará desde la calle. Eso ya lo estamos viendo con los estudiantes.

—En ese sentido, ¿cómo evalúa el papel que ha jugado Boric? De sus palabras infiero que no muy bien.

—¿Qué puedo decir del Presidente Boric? Bueno, que comenzó siendo un pingüino, un soberanista, pero ahora está liderando la clase política desde el momento en que llama al Congreso Nacional a ser el actor protagónico del nuevo proceso que se abre. Qué quiere que le diga. La soberanía es de la ciudadanía, no de los politiquitos.

—¿Veía venir este cambio en Boric?

—Quien entra en la carrera política finalmente termina solidarizándose con el resto de la clase política. Nuestra historia lo demuestra de manera lastimosa: los grupos juveniles se rebelan contra el sis- tema; se hacen famosos; se presentan como candidatos; salen electos y se hermanan con el resto de la clase política. En sus tiempos esto lo simbolizó muy bien el Club de la Unión. Hoy no tienen club pero se unen igual. Son un gremio.

—¿El desembarco del Socialismo Democrático en el gabinete sería parte de lo mismo?

—Es evidente. Otra vez el Club de la Unión. Y como los estudiantes tienen las antenas sensibles para estas cosas, ya salieron a la calle denunciando esta nueva cocina.

—Pero de ahí a ver a Gabriel Boric como el cocinero mayor…

—Siempre ha sido así y él va camino a reproducir una tendencia histórica.

—Ricardo Lagos se ha ofrecido a liderar el comité de expertos, algo que a usted no le cayó nada bien, según le vi en una entrevista.

—Lagos se hizo famoso cuando escribió un libro sobre la concentración del poder económico, que fue una denuncia y una crítica a los grandes grupos económicos en Chile. Luego, cuando fue elegido Presidente, todos pensamos, incluso yo, que un intelectual como él, que tuvo la sensibilidad de descubrir el poder de los grupos económicos, iba a tener un gobierno (deja la idea en el aire)… Pero ya sabemos lo que pasó: con él fueron refrendadas las leyes de privatizaciones y se trató de reescribir la Constitución pero, perdón por la vulgaridad, le sacó el olor a cuartel nomás y quedó lo esencial del modelo neoliberal. Y ahora que Lagos está viejito, pasó a ser un patriarca. Y ya sabemos que todos los políticos que llegan a sentirse decanos tienen un modelo: Arturo Alessandri Palma. Por eso le levanta- ron una estatua en la Plaza de la Ciudadanía, riéndose de la ciudadanía.

Explica la historia: 

«Sucedió que los militares dieron un golpe de Estado para eliminar la “gangrena de los políticos” y mandaron a cambiar a Alessandri a Italia. Luego decidieron que la ciudadanía, a través de una AC libremente electa, expresara su voluntad soberana en un nuevo texto constitucional, pero  como no sabían organizarla trajeron de vuelta a Alessandri para que se hiciera cargo. Claro que Alessandri  jamás convocó una AC sino que designó un comité constituyente con sus amigos y gente de confianza —lo sé muy bien porque he leído las actas—. En ese comité chiquitito redactaron la Constitución del 25 y quien llevó la voz cantante para definir cada artículo fue don Arturo Alessandri Palma… Hoy el expresidente Lagos habla de un ‘comité de expertos’, porque eso es lo que se usa. Por eso los políticos están tan contentos con este nuevo procesito, porque saben que seguirán controlando todo. Pero será mucho más complejo de lo que imaginan y les saldrá más gente al camino de la que ellos esperan”.